Fontanería
lunes 11 de enero de 2016, 04:00h
En la Era de la Transparencia la fontanería del Estado está en funcionamiento más que nunca. Si alguien creía que la irrupción de nuevos partidos nos llevaría a la implantación de nuevos sistemas para resolver las cuestiones más sangrantes debo de decirle que es un iluso y que debe de volver al mundo real.
Partimos ya de la base, y estas semanas se vuelve a constatar, de que algo tan importante como la jefatura de un ejecutivo no se decide en el consejo político de ningún partido. Es en las reuniones, comidas o cenas semiclandestinas de unos pocos donde se acuerda qué careto tendremos que aguantar en los próximos cuatro años.
Si alguien lo duda me gustaría que se preguntara si votar la investidura de Armengol se decidió realmente en una asamblea de Podemos o en la famosa cena de tortilla entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Y no negaré que muchos de estos acuerdos suelen estar refrendados por el máximo órgano de cada partido, sin embargo, y bien es sabido, los fontaneros de los partidos ha procuran tener el resultado cocinado.
Esta semana hemos visto dos casos de funcionamiento de conductos subterráneos que bastante notorios. El primero es la campaña del grupo Prisa en contra de la formación de grupos parlamentarios separados por parte de las coaliciones electorales presentadas bajo el paraguas de Podemos. Estrategia, a todas luces, diseñada para allanar el camino al secretar general del PSOE en su intento de ascensión a la Moncloa -por razones más que óbvias- y crear eso que desde el PP se ha venido a denominar el “gobierno de perdedores”.
Poner este nombrecito a un gobierno liderado por Pedro Sánchez no creo que surja demasiado efecto en los intereses de los de Génova, en cambio, la jugada magistral ha sido mover todas las cañerías necesarias, todas ocultas para que no se vean, para que siga adelante el proyecto independentista catalán con el acuerdo in extremis entre JxS y la CUP. De esta manera, se deja al PSOE entre las cuerdas entre la opción de favorecer la separación de Catalunya al tener que obtener los apoyos de Podemos, ERC y Democràcia i Llibertat, o dar apoyo a una Grosse koalition liderada por Rajoy que contenga la embestida y que en ningún caso suponga el cambio que tanto prometió en el púlpito de candidato.
Mala papeleta la que le ha tocado a Sánchez. Además de tener que aguantar a la marquesa -porque Susana Díaz es más que baronesa- tiene que decidir entre malo o peor.