La Organización Mundial de la Salud ha advertido del incremento, durante las últimas semanas, de los contagios por coronavirus en todo el mundo y lo relaciona con la falta de liderazgo político a la hora de acometer el problema. Los vaivenes de algunos gobiernos han sido notorios. Desde Trump a Bolsonaro, pasando por Boris Johnson, el premier británico que actúa ahora a la desesperada imponiendo cuarentena a quienes lleguen de destinos como España, pocos meses después de haberse mostrado incrédulo en torno a la pandemia y después de haber sufrido él mismo la enfermedad.
En muchos casos, la incertidumbre se ha generalizado a raíz de los bandazos de la propia gestión política. En España, desde que el presidente Sánchez pronunció la frase "hemos vencido al virus", al concluir el periodo de estado de alarma en junio, la situación se ha descontrolado ostensiblemente ya que, si bien es cierto que la mayoría de los ciudadanos se conduce con sentido común y un correcto cumplimiento de las normas, el aumento de los rebrotes de la enfermedad es mayor del esperado, provocando la lógica alarma.
Esta situación ha llevado a España a quedar bajo la lupa de algunos países europeos que ya aconsejan no viajar a nuestro país, o directamente han decretado cuarentenas a quienes procedan de España, como es el caso de Reino Unido, temeroso de incrementar aún más sus ya dramáticas cifras de la pandemia.
Decisiones como estas provocan aún más dudas sobre el correcto desenlace de una situación cuya evolución depende sobre todo de las decisiones que adopten los políticos. La falta de liderazgo se debe superar impulsando una mayor coordinación internacional -al menos a nivel europeo-, y una acción más decidida por parte de las comunidades autónomas, en el caso de España, toda vez que en muchos casos han demostrado no estar a la altura de lo que reclamaban cuando Madrid ejercía el mando único.
En la práctica, la certidumbre debería llegar de la mano -no sólo de prohibiciones que desembocan en nuevos incumplimientos y problemas de orden público y de salud-, sino mediante el aumento del número de rastreadores, insuficiente aún cinco meses después de decretarse la pandemia mundial y a pesar de los rebrotes, o con la adopción de planes solventes para la realización de test a un número mayor de ciudadanos.
Se trata de adoptar decisiones concretas que aporten certidumbre, más allá de normas de orden público difíciles de controlar o del uso obligatorio de la mascarilla, que eso sí se ha generalizado en prácticamente todo el país; decisiones sobre aspectos concretos que garanticen la seguridad sanitaria y que podrían evitar circunstancias tan sorpresivas como las cuarentenas del Reino Unido.