Dos jóvenes fueron interceptados por motoristas de la Policía Local de Palma mientras circulaban en un ciclomotor a más de 100 km/h con gran ruido. La noticia no radica en la infracción, sino en la actuación policial contra un problema creciente en nuestras ciudades: el ruido excesivo y peligroso causado por vehículos de pequeña cilindrada, frecuentemente trucados. Estos ciclomotores, muchas veces modificados ilegalmente para aumentar su potencia y velocidad, no solo ponen en peligro la seguridad vial, sino que también se convierten en una fuente constante de molestias para los vecinos.
El uso de tubos de escape no homologados, que incrementan significativamente el ruido y causan más molestias que camiones de gran tonelaje, es una práctica común entre quienes buscan llamar la atención o ganar una dudosa sensación de poder. Sin embargo, este comportamiento antisocial genera un ruido insoportable, especialmente en horas de descanso, afectando la calidad de vida de quienes habitan en zonas urbanas.
Es necesario que las autoridades municipales y la propia Dirección General de Tráfico tomen medidas más estrictas para controlar y sancionar estas prácticas, con campañas específicas que control del ruido. La falta de vigilancia y sanciones adecuadas perpetúa una situación que podría evitarse con controles más rigurosos y campañas de concienciación. El bienestar de los ciudadanos debe estar por encima de los caprichos de unos pocos.
La falta de vigilancia y sanciones adecuadas perpetúa una situación que podría evitarse con controles más rigurosos y campañas de concienciación
Lo mismo puede decirse de coches ‘tuneados’, con apariencia de auténticos vehículos de rally dispuestos para la carrera, con tubos de escape cuyo ruido es superior al de un barco, petardeo incluido, que causan escándalo sin ninguna necesidad. Se trata del placer de molestar por molestar. Y es una conducta impune, pues nunca se sanciona, ni se inmoviliza a tales artefactos, ni se les obliga a pasar una ITV para comprobar si los elementos instalados se ajustan a las normas y a la homologación industrial.
Es perentorio que se ponga coto a quienes así se comportan, sancionando con contundencia para disuadir a quienes gozan con el ruido de sus vehículos mientras torturan los oídos de los demás.