Según publicó Diario de Mallorca, el dueño del Mallorca, Robert Sarver y su capitán general, Maheta Molango, amenazan al Ajuntament de Palma con abandonar Son Moix y levantar un nuevo campo en Calviá o Llucmajor. Se han olvidado de Marratxí, que también está cerca. Al margen de que el amago no tiene nada de nuevo, pues Tolo Cursach ya lanzó la idea en sus tiempos de accionista del club, el fondo de la errónea estrategia parte de la indignación del CEO porque en su condición de primer ejecutivo del club considera que ningún funcionario municipal con los que trata está a su altura.
Ignoro si la estratagema dará los resultados que se persiguen, aunque no creo que Cort vaya a temblar por ello. Va listo el abogado suizo si pretende que nos creamos que quienes no están dispuestos a invertir cien mil euros con el fichaje de un jugador que abra el camino del ascenso, van a poner treinta millones o más en la construcción de un estadio todavía sin terreno en el que edificarlo y sin estudio previo que determine la disposición del mallorquinismo a cambiar de ubicación por segunda vez. Desde luego no cuela, por ejemplo, entre los propietarios del Lluis Sitjar.
Desde un punto de vista empresarial sería un pésimo negocio el de renunciar al alquiler gratuito del actual multiusos durante otros treinta años, uno arriba u otro abajo, para meterse en un proyecto de dudosa credibilidad y larga e incierta viabilidad. Eso si, de esta gente se puede esperar cualquier barbaridad hasta el punto de que antes de reubicar el recinto que les fue regalado, les creo capaces de cambiar la sede de la institución y llevársela a otra ciudad, sospecha que alberga desde hace tiempo un expresidente mallorquín para más señas.
Al más puro estilo del mismísimo Trump estos americanos creen haber descubierto América en Mallorca, pero ya les dijo en su día el doctor Beltrán que fue un ilustre sacerdote de Petra, Fray Junípero, quien hace mucho tiempo evangelizó California.