Esos chicos de Arran

Permítanme entonar, con carácter preventivo, un mea culpa anticipado. Quizás los medios no debiéramos dar tanta resonancia a las escenificaciones de cuatro jóvenes malcriados que juegan al comunismo soberanista de salón con actos propagandísticos de misérrima participación, es cierto.

Pero la historia nos enseña que algunos movimientos radicales nacieron así, de manera que tampoco hay que descuidarse y dejar que el totalitarismo, sea del color que sea, crezca ante la indiferencia burguesa y autocomplaciente de una sociedad, como la nuestra, egocéntrica y obsesionada por el bienestar personal y poco más.

Los de Arran Mallorca son cuatro y el gato, y se defienden diciendo que sus actos no son violentos, aunque tienen el descaro juvenil de anunciar que esto no se ha terminado. Ciertamente, comparados con los asaltos salvajes a autobuses y a comercios de sus homónimos en Cataluña, podemos decir que aquí se limitan a una violencia de perfil bajo, es decir, a dañar bienes ajenos con sus pintadas de espíritu trasnochado, a coaccionar a turistas y establecimientos, y poco más. Tampoco son el Daesh, aunque quizás ganas no le falte a algún iluminado.

Aunque el verdadero problema, como siempre, es que la izquierda soberanista integrada en el sistema no pierde oportunidad de mostrar su tibieza cuando son sus cachorros los que cometen actos reprobables como los del pasado martes en el Moll Vell.

Barceló, el conseller de turismo, - a quien los manifestantes de Arran culpan de todo- no dijo ni mu, como si la cosa no tuviera importancia y no fuera a tener repercusión alguna, cuando por su cargo no puede ignorar que la turismofobia es portada en los tabloides británicos y alemanes, a los que les encanta embarrarnos.

Institucionalmente, el Govern dejó clara su posición de condena, pero algunas intervenciones de políticos de Més y Podemos dejaban entrever cierta comprensión hacia la performance de los pipiolos arranitas. Y es que no hay que obviar que en el propio ejecutivo balear son muchos los que abogan por poner coto al turismo, sin hacer una sola propuesta inteligente al respecto. Sí, ya sé que es pura esquizofrenia política, pero en nuestras islas hemos pasado una gravísima crisis que nos llevó a superar los 100.000 parados y decenas de miles de retornados a sus países de origen, mientras desde los partidos se reclamaban medidas para cambiar de modelo turístico de manera que vinieran visitantes todo el año, la archifamosa desestacionalización.

Pues ahora que hemos conseguido rebajar sustancialmente las cifras de desempleo y que tenemos turistas durante todo el año, la mayor parte de los cuales son visitantes con un elevado nivel de gasto, resulta que a algunos ya les sobran los turistas por todas partes. Como si tuviéramos una alternativa viable a nuestro modelo. Y a los políticos a la izquierda del PSOE se unen organizaciones ecologistas, como el GOB, que parecen no enterarse de qué vivimos en Balears.

Todo el discurso de este personal se pierde en la fantasía de una arcadia feliz en la que nuestro archipiélago estuviera conformado por cuatro Menorcas. Lo que olvidan decir es que, para que esto fuera así, sobramos más de la mitad de los habitantes y el ochenta por ciento de los turistas, y que volver a sembrar almendros y a engordar cerdos para subsistir no parece un plan muy seductor para nuestra juventud. Los adultos tenemos la responsabilidad de recordar que en esta tierra, en su momento cumbre de esplendor paisajístico y tipismo, cuando comenzaron a llegar visitantes ilustres que nos legaron una excelente crónica de sus periplos, se pasaba hambre cuando las cosechas no eran generosas y los hijos de los payeses y de los pescadores andaban descalzos.

No podemos esperar que cuatro imberbes producto de la ESO conozcan nuestra historia, pero a nuestros políticos debemos exigírselo, auqnue su nivel deje mucho que desear.

Claro que podemos mejorar la calidad del turismo de determinadas zonas, pero esa es una asignatura pendiente que quizás ahora podamos afrontar mejor. Que a esos lugares lleguen indeseables para andar drogados y borrachos durante dos semanas por cuatro perras no es culpa de ellos, es culpa nuestra. Pero, precisamente por eso, la Conselleria de Turisme recae sobre un vicepresidente del Govern, porque son los gobernantes y los empresarios los que deben diseñar estrategias de futuro para que llegue un turismo de mayor nivel y, si puede ser, sin incómodas avalanchas temporales.

Mientras tanto, lo que debemos pedir a la Delegada del Gobierno, Maria Salom, es que a los de Arran se les tenga bien vigilados y que caiga sobre ellos todo el peso de la ley.

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