Alberto Jarabo se quiso rodear ayer de militantes y cargos públicos de Podem, algunos venidos de Eivissa y Menorca, para escenificar la unidad del partido en torno al secretario general y el respaldo a la expulsión definitiva del Grupo parlamentario de Xelo Huertas (todavía presidenta del Parlament) y Montse Seijas. Pero cuando Jarabo tiene la necesidad de pedir este tipo de adhesiones es señal de que el río de Podem baja muy revuelto y se transmite todo lo contrario de lo que se pretende con semejante escenificación.
Y es que el episodio de la Comisión de Garantías ha dejado a Jarabo muy tocado, porque por más que él quiera desvincularse del chantaje de Joan Canyelles a la miembro del Consejo Ciudadano Autonómico -ahora suspendida cautelarmente- Carmen Azpelicueta, lo cierto es que en la grabación motivo del escándalo se oye perfectamente a Canyelles afirmar que tiene el visto bueno de Jarabo para que el expediente de Azpelicueta quede en tan solo una amonestación. No es verosímil afirmar que Canyelles actuaba por cuenta propia ofreciendo cosas que estaba fuera de su mano otorgar, como buscarle un trabajo a la expedientada, si era “buena niña” y se mostraba leal con Jarabo.
Por más que él alegue desconocimiento, su posición política en tal que líder de Podem Illes Balears no puede ser más comprometida. Internamente, con los críticos firmantes del “Manifiesto de Sineu” pidiendo su dimisión. Con sus socios de los Acords pel Canvi, responsabilizándole de la crisis institucional en el Parlament, que todo apunta a que no se solucionará en breve. Y con una imagen de falta de control de su propia formación, por más que presuma de actuar con contundencia y ejemplaridad.