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Erdogan, suma y sigue

martes 08 de noviembre de 2016, 02:00h

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Erdogan, el presidente islamista turco, sigue en su empeño de transformar a Turquía en una república presidencialista y, en último término, en un país de partido hegemónico, el suyo, el Partido para la Justicia y el Desarrollo, AKP en la sigla derivada de su nombre turco, dirigido por un presidente vitalicio, él mismo. Es decir, un sistema autoritario con instituciones y mecanismos con apariencia formal de democracia, pero con una sumisión total al líder.

Para ello ha aprovechado el intento de golpe de estado de hace tres meses para llevar a cabo una purga masiva en el ejército, en la administración del estado, en la justicia, en el cuerpo diplomático, en la educación y en la universidad y, por supuesto, en los medios de comunicación, públicos y privados, de los que ha cerrado centenares e incluso ha detenido, la semana pasada, al director y varios periodistas del más importante y prestigioso diario independiente, el Cumhuriyet de Estambul, acusándolos de complicidad con el golpe de estado y con el terrorismo kurdo, una acusación demencial e insostenible, desmentida rotundamente por la propia trayectoria histórica y reciente del diario.

Y esta misma semana ha incrementado la represión sobre los kurdos, a los que contempla como su último enemigo, interior y exterior. En el interior de Turquía se ha producido la detención de más de una docena de diputados del Partido Democrático de los Pueblos, HDP, en el parlamento de Ankara, así como de otros muchos de sus alcaldes, concejales y dirigentes locales acusándolos, cómo no, de pertenecer o de estar al servicio del PKK, la organización armada kurdoturca.

Hasta hace un año y medio el gobierno de Erdogan estaba negociando una salida pacífica al conflicto kurdo en Turquía con el HDP y con el propio PKK, pero, por razones no explicadas, las canceló e inició la oleada de represión contra los kurdos que continua a día de hoy, incluyendo el bombardeo de ciudades kurdas por parte del ejército, ¡un gobierno atacando militarmente a sus propios ciudadanos!, y provocando el cese de la tregua establecida por el PKK y la reanudación de las hostilidades.

La situación es tan grave, y tan absurda, que se ha llegado a interrumpir internet en toda la zona sureste del país, lo que es el Kurdistán turco, a fin de evitar que los ciudadanos kurdos pudieran organizar acciones de protesta a través de las redes sociales, lo que ha tenido consecuencias nefastas para los negocios, comercios, empresas y ciudadanos, alguna tan perjudicial como el caso de las farmacias, que no podían dispensar los medicamentos recetados a los pacientes, al quedar desconectadas del sistema sanitario.

Y en el exterior está interviniendo en la guerra de Siria, no solo contra Estado Islámico, sino también bombardeando a las milicias kurdas y sus aliados cristianos y árabes, aliadas de Occidente, que combaten al EI, con el objetivo de evitar la consolidación de una zona kurda a todo lo largo de la frontera oriental sirioturca.

La deriva autoritaria de Erdogan, su represión de la oposición democrática, de la prensa, de los intelectuales y de las minorías étnicas, especialmente de los kurdos, aleja a Turquía de modo inexorable de la posibilidad de ingresar en la UE, incluso está considerando reintroducir la pena de muerte, lo que conllevaría la suspensión inmediata de las conversaciones para la adhesión turca a la UE.

Pero parece que a Erdogan ya no le interesa demasiado ingresar en la UE. Al fin y al cabo, debido a su situación geoestratégica, ni la UE ni EE.UU. llegarán nunca mucho más lejos de tibias protestas y alguna reconvención hacia su política. Fuera de la UE tiene las manos mucho más libres, no está obligado por los tratados de la unión y puede seguir sus planes de expansión como potencia hegemónica hacia las repúblicas exsoviéticas turcófonas de Asia Central y del Cáucaso, Turkmenistán, Uzbekistán, Kirguistán, Kazajstán y Azerbaiyán.

Y no hay que olvidar que tampoco hay una voluntad real por parte de algunos países de la UE para integrar a Turquía, sobre todo Francia, pero también Alemania y no digamos el grupo de integristas católicos del este, Polonia, Hungría y Eslovaquia.

Mientras tanto, los auténticos perjudicados son los ciudadanos turcos, sobre todo los laicos, demócratas, izquierdistas y los kurdos, pero también los propios partidarios de Erdogan. A la larga, la falta de democracia acaba ahogando a todos y solo beneficia a la minoría afecta a los dirigentes, favorecida por el nepotismo, la cleptocracia y la represión.

Y la UE, cual Teseo perdido en su propio laberinto y sin Ariadna que desenrede su ovillo, seguirá sometida al Minotauro de sus temores, su cobardía y su pusilanimidad y mirará hacia otro lado con tal de que Turquía siga haciendo de barrera que impida la llegada a Europa de los millones de migrantes procedentes de Oriente Medio, Asia Central y el subcontinente indio.

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