A pesar de que ayer lució el sol, hoy nos visitan las nubes y la nieve nos amenaza el fin de semana, los meteorólogos certifican que la primavera entró este jueves, poco antes de las seis de la tarde. El cambio de estación no se ha presentado súbitamente, como tampoco percibimos los efectos del envejecimiento al cumplir un nuevo año. Tan inexorable y paulatina como el clima o la vida, es la economía.
Si me permiten seguir con el modelo, estamos ahora en la época en que, por hallarse el Sol sobre el ecuador, los días son iguales a las noches en toda la Tierra. Este punto de inflexión, cuando queda atrás el invierno y se descuenta la tibieza climática por venir, no alcanza a todos por igual ni al mismo tiempo. Es más, en la transición tendremos la impresión de que todo sigue igual y hasta habrá jornadas que compartiremos la sensación de que hace más frío que en meses pasados, pero la traslación de la tierra seguirá conduciéndonos gradualmente a un periodo más estable y cálido. No es de extrañar, pues, que muchos ciudadanos se indignen con los comentarios de mejoría general, porque el ambiente sigue siendo gélido en casi todas las latitudes. Tanto, que los informes macroeconómicos optimistas suenan a premoniciones más propias de una pitonisa que a previsiones con fundamento.
Todos quisiéramos poner un rápido punto y final a esta etapa, como si se tratara de un mal sueño, pero el remonte de un ciclo económico recesivo es incluso más lento que la inversión de la tendencia opuesta y, en este país, tardamos años en percibir el cambio a peor; más aún en reconocerlo y en adoptar medidas para que la curva bajista fuera menos pronunciada. De hecho, la sociedad en general no fue consciente, adecuando su comportamiento a los tiempos de crisis, hasta mucho tiempo después de que los analistas anunciaran la debacle. Algo lógico si lo enmarcamos en la tozudez del Gobierno por negar la evidencia, distrayéndola con vocablos edulcorantes y una cobardía estrucioniforme.
Aunque algún agorero trate de matizar la evidencia, persiguiendo la cuadratura del círculo, es obvio que cualquier ave o aeroplano emplea mucha más energía y tiempo para remontar el vuelo que para ceder a la fuerza de la gravedad. La falta de sustento firme, salvo la trágica colisión con la tierra, impide que el cambio de coyuntura sea fulminante, precisando un plazo para recuperar altura y que su ascenso supere el nivel de donde partió. El símil nos representa con nitidez cómo son compatibles los augurios positivos y la crudeza con la que muchas familias encaran su día a día. Las nieves todavía no se han derretido por la calidez que se advierte y las lluvias tampoco han llegado al sistema público de suministro, pero el agua comienza a llenar los embalses y no tardará en fluir por los grifos de nuestros domicilios.
Todavía queda bastante para que notemos la arribada del verano, por lo que conviene mantener el alcanfor a buen recaudo y no guardar el sayo hasta el cuarenta de mayo. Es pronto, pues, para el repicar de campanas y sería imprudente que las citas electorales rebajen la presión sobre las reformas estructurales en marcha, que debemos seguir abordando aunque haya tímidos síntomas de recuperación.
Es difícil solicitar más paciencia a quien ya le falta hasta el aliento, pero no podemos abandonar la carrera sin haber atravesado la meta o el esfuerzo habrá sido baldío. El invierno regresará implacable, para renovar su compromiso con la estacionalidad, pero si cuidamos nuestro ecosistema y perseveramos en lograr un medio ambiente sostenible, evitando que el cambio climático agrave su crudeza, encararemos con más y mejor abrigo el futuro, para que nadie tenga que revivir la pesadilla financiera de la que estamos empezando a despertar.