www.mallorcadiario.com

Epifanía: la ternura

Por Jaume Santacana
martes 07 de enero de 2014, 19:21h

Escucha la noticia

 Sostengo, de manera categórica e incontestable, que la fiesta basada en la adoración de los Reyes Magos al Niño Jesús es la más potente de todo el calendario. No tiene rival.

Cada año –desde mi más intensa infancia- espero con  ansia incontenible que llegue la jornada más apreciada. La mezcla explosiva de una fecha que cierra, brillantemente, el episodio navideño y que contiene la magia y el misterio necesarios para favorecer una trama vital, me produce un grado de satisfacción inigualable.

Acercarme, lentamente, a la noche del día cinco de enero y, consecuentemente, al día seis, me provoca unas sensaciones que se transforman, inevitablemente, en un estado de nerviosismo físico y anímico sin parangón alguno con el resto del año; la edad, mi edad, no ha conseguido nunca menguar la dicha que “ataca” mi mente.

Mantengo viva la misma ilusión que alberga mi corazón desde un “siempre” ya un poco lejano, y siento, con fuerza, cómo mi espíritu se embriaga de imágenes vividas y ya reproducidas, así como de visiones actuales.

Mi seso explota viendo un niño por la calle, con aquellos ojos que reflejan misterio a la par que ingenua ilusión: son miradas de un futuro con pocas dosis pasado y un presente carente de explicaciones; miradas sin condicionamientos físicos ni dolor (más allá de ligeros lloriqueos o pataletas epidérmicas).

Me queda poco de esta manera de mirar. Me pesa más la experiencia que el porvenir. Aun y así, creo entender que en mis ojos todavía existe una posibilidad de que se abra una prometedora rendija que me permita olvidar y que traslade, momentáneamente, a mis pupilas, algo de lo perdido por el camino.

Sí, lo reconozco: estoy de un cursi apabullante; ustedes me lo van a disculpar, claro, pero les estoy hablando, escribiendo, desde la “rejilla” y utilizo el modo de mirar infantil que, miren por donde, es uno de los últimos subterfugios que permanecen en mi engañosa manera de ser.

Cuando la noche por excelencia, los Reyes Magos penetren en sus casas en pleno sueño reparador, sonríanles: les harán felices. Y, si cuando este escrito se publique ya han pasado, sigan sonriéndoles. Todo el año.

Y no olviden un detalle: los camellos beben poco, pero beben. No les dejen morir de sed el resto del año.

¡Sean ustedes felices por favor!

 

 
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios