En la brecha

La brecha que se ha abierto en la cola de la clasificación, esos cinco puntos que separan a Ponferradina y Mallorca del peligro inminente de descenso, han de ser más que suficientes para no meterse en más problemas de los necesarios y deseables; en definitiva para vivir un final de liga, si no tranquilo, sin grandes sobresaltos. Al hilo de ello, recuerden que aquí leyeron antes que los de Vázquez superarían el trance y, por citar lo más reciente, que el Oviedo y el Leganés no eran visitantes tan temibles. No es que uno sea amigo del autobombo, pero sí de dejar las cosas claras.

No comparto que el propietario de Son Moix hiciera un buen partido el pasado sábado, según he leído y escuchado. Hizo, como en Almería, una primera parte horrenda, terminó por jugar como no quería forzado por la lesión in situ de Campabadal y sentenció un resultado a todas luces abultado y poco ajustado a la realidad. Y no, no es que el líder tuviera que ganar, incluso se hizo acreedor a la derrota por deméritos propios, pero de eso a celebrar la victoria local como una gran gesta media no sólo un abismo, sino el riesgo del engaño propio.

Nadie puede ser sincero con los demás sino empieza por reconocer su verdad ante el espejo, así que ahora, por un partido, no caigamos en la tentación de convertir a Yuste en defensa central, elevar a Colunga a los altares y aventurar criterios tan precipitados como poco rigurosos. El fútbol en general y el Mallorca en particular ofrecen demasiados ejemplos de ídolos por un día, igual que las reinas televisivas coronadas por Mario Cabré en un viejo programa de la pequeña pantalla. Obviaremos nombres para no ser redundantes.