Elecciones europeas
martes 12 de febrero de 2019, 03:00h
En el maratón electoral de este año, seguras en mayo las elecciones municipales, autonómicas y europeas y probables las generales, que podrían convocarse, según rumores surgidos en las últimas horas, incluso antes, en el mes de abril, se corre el riesgo de que los comicios al parlamento de Estrasburgo queden relegados, tanto por los partidos políticos como por los electores, a un mero apéndice, un estrambote, y que no se les preste la atención que merecen.
De hecho, es una tradición que la mayoría del electorado considere las elecciones europeas como algo poco importante, ajeno a los propios intereses, lo que ha provocado una participación siempre mucho más baja que en las elecciones internas y, además, se han utilizado por muchos ciudadanos para protestar contra los políticos y partidos tradicionales, produciéndose votaciones a partidos alternativos o populistas unipersonales, como el bochornoso resultado de 1989, cuando Ruiz Mateos consiguió más de medio millón de votos y dos diputados en el parlamento europeo.
Y sin embargo los resultados de las elecciones europeas son decisivos para nuestro futuro y el de la Unión Europea, ya que gran parte de la legislación europea que acaba teniendo que transcribirse a la propia de los países miembros y, por tanto, nos afecta de manera directa y determinante, surge precisamente del parlamento. Aunque es cierto que la agenda política de la UE se define por los jefes de gobierno de los países miembros en el marco del Consejo Europeo, la tarea legislativa consecuencia de esa agenda es competencia de la cámara de Estrasburgo.
Si no tomamos conciencia de la importancia de las elecciones europeas y votamos con consciencia cometeremos un grave error y podríamos dejar el parlamento en manos de formaciones contrarias a la UE o populistas que pretenden subvertir la idea fundacional de la unión y atentar contra sus principales valores definitorios.
El primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, ha hecho esta semana pasada unas declaraciones que resultan absolutamente ilustrativas. Él, que lidera en la UE la oposición más extrema a la inmigración, ha hecho sin tapujos un llamamiento para conseguir en estas elecciones una mayoría de diputados de partidos antiinmigración y, utilizando dicha mayoría como palanca, cambiar la política de la comisión europea y, finalmente, conseguir en las elecciones nacionales de cada país que se formen gobiernos antiinmigración que, finalmente, redefinan toda la agenda política de la UE a través del consejo europeo.
Se trata de una moción de censura en toda regla a la UE. Tiene el apoyo incondicional del grupo de Visegrad, Polonia, Chequia y Eslovaquia además de la propia Hungría, así como el de Austria, el vicepresidente Salvini de Italia y también el de Bulgaria y posiblemente Rumanía y simpatías en Dinamarca y en partidos de extrema derecha y populistas en casi todos los países. Su objetivo confesado es el de liquidar el liderazgo del eje franco-alemán y sustituirlo por este frente antiinmigración. De hecho, aborrece casi hasta el odio patológico a Macron y Merkel, aunque respecto de la canciller alemana mantiene las formas mucho más que con el presidente francés, dada la importancia de Alemania para la economía húngara.
Sabemos, por tanto, lo que pretenden todos estos partidos populistas y de extrema derecha, que no es sino destruir las bases de la UE, convertirla en un mero club de países con una laxa ligazón de base puramente económica y comercial y cerrar a cal y canto las fronteras del continente a la inmigración procedente de terceros países.
Avisados estamos, votar será nuestra responsabilidad.