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El vergonzoso silencio de Armengol

Por Gregorio Delgado del Río
sábado 10 de agosto de 2024, 05:00h

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Al fin, parece que lo han logrado. Es una evidencia que los sucesivos gobiernos de Sánchez se han venido caracterizando por su debilidad. Circunstancia muy propicia para que las fuerzas nacionalistas, de derechas e izquierdas, aprovechasen las fisuras y grietas del sistema electoral. Y, en efecto, así lo han hecho.

Todas ellas, bajo la batuta del sanchismo, han traicionado el espíritu y la letra de la transición así como el sistema que, en su día, nos dimos con la Constitución de 1978. Todas ellas y sus apoyos efectivos, dado que ya no se puede ignorar por nadie el itinerario de despropósitos que están transformando para mal este país, siguen, en consecuencia, traicionando a España y a los españoles. Diría que, incluso, siguen traicionándose a sí mismos.

Todas ellas, a partir de la insensatez, de la ambición de poder y de la ideología autoritaria de Pedro Sánchez, auténtico ‘Dios Sol Invicto’ y ‘Rey Sol’ en una débil España, le han prestado su apoyo “con el único fin de conservar el poder” y la continuidad en la Moncloa. Lo cual, en palabras de Antonio Caño, “es un insulto a la inteligencia”, si bien ha debido, una vez más, satisfacer un altísimo precio. En efecto, el acuerdo PSC-ERC, para la investidura de Illa como presidente de la Generalidad de Cataluña, “destruye la concepción del Estado que establece la Constitución” (Alfonso Guerra) y permite “sacar adelante su proyecto confederal” (Antonio Caño), que, tanto tiempo, ha venido añorando el independentismo catalán. ¡Por fin, puede estar en sus manos!

Subraya, entre otros muchos, José Antonio Monago que “el pacto representa un paso hacia la desconexión de Cataluña”; “propone la creación de un sistema de financiación singular que permita a Cataluña avanzar hacia la plena soberanía fiscal, estableciendo una relación bilateral con el Estado para la recaudación, gestión y liquidación de todos los impuestos”. Se da, por tanto, un paso muy audaz: que Cataluña “salga del régimen común de la financiación autonómica y tenga una Hacienda propia, similar al concierto económico que existe en el País Vasco y Navarra por ser territorios históricos” (Jorge Bustos). Estamos, pues, ante un sistema que “choca frontalmente con la Constitución española” (cfr. arts. 2 y 138).

Por si lo anterior no fuera suficiente, el acuerdo PSC-ERC refuerza “los pilares del reconocimiento nacional de Cataluña, incluyendo un acento especial en el modelo de escuela catalana, el fomento del uso social del catalán y la acción exterior de la Generalitat. Finalmente, el acuerdo garantiza la continuidad de políticas públicas que promuevan un sistema productivo y servicios públicos que busquen la prosperidad compartida, asegurando el bienestar y las oportunidades para toda la ciudadanía” (Monago).

Ya no sirve, en mi opinión, mirar para otro lado. El dontancredismo de los apoyos hasta ahora al sanchismo no es otra cosa que complicidad manifiesta en la traición, en el disparate más absoluto, en el enfrentamiento entre los españoles y, estoy seguro, que a los ideales por los que se afilió al PSOE. ¿Por qué seguir en esta actitud cómplice si además los efectos negativos impactarán también en su propio tejado? No lo duden, el acuerdo en cuestión generará agravios irreversibles’ en el resto de Comunidades autónomas y en los ciudadanos que conviven en ellas, en todos ustedes que los han facilitado con su apoyo. “No se engañen, en el mismo momento que Cataluña pueda alcanzar su ansiada excepcionalidad fiscal la sanidad, la enseñanza, la seguridad y el resto de servicios públicos alcanzarán unas prestaciones muy por encima de las del resto de España” (Germà Ventayol). ¡Evidente!

La pregunta que surge de inmediato versa sobre la siguiente cuestión, que les sonará muy mal: ¿cómo un presidente del Gobierno es capaz de poner en beneficio propio o de su partido la solvencia de las arcas públicas” (Germà Ventayol) y “la caja misma de la solidaridad” (Jaime Vázquez)? Desde luego, “no existe una sola razón objetiva que justifique una canallada semejante. Como ocurrió con la tristemente célebre ley de amnistía, sólo la ambición de poder del hombre que tenemos la desgracia de que nos gobierne explica lo ocurrido” (Antonio Caño).

Esta semana hemos escuchado diferentes voces socialistas lamentando lo que está ocurriendo. Esta vez han elevado su tono. “Es muy grave que no haya una respuesta contundente, los socialistas no pueden apoyar un latrocinio que elimine la solidaridad entre los españoles: los socialistas no pueden amparar la desigualdad”, ha dicho, con razón, Alfonso Guerra. Ellos, los socialistas o, mejor, el sanchismo, han llevado a España a la locura con sus políticas identitarias, con el abandono de la social democracia, con la adhesión a ciertas políticas del otro lado del atlántico (autoritarismo por democracia), con la compra del relato nacionalista separatista (independencia de Cataluña). A ellos, en consecuencia, corresponde poner fin y apagar semejante incendio. ¿Se atreverán los socialistas a pasar a la acción? Personalmente, lo dudo.

Para ello, no bastan las palabras, abundantes en esta España postrada. Las hemos vuelto a escuchar. ¿Dónde está, por cierto, la voz iluminada de Armengol? Mantiene un vergonzoso silencio. Pero, se equivoca. El silencio suele ser muy elocuente. ¿No se atreve a oponerse a la voz de su amo? ¿O considera, como Sánchez, que el acuerdo PSC-ERC es bueno “porque garantiza la igualdad entre españoles”? Qué diferente actitud a la expresada por Prohens, quien advierte “que no aceptará ningún tratamiento singular para Catalunya que acaben pagando los ciudadanos de Balears” (Editorial UH).

Podría, Sra Armengol, aprovechar su desprestigiada ‘catequesis semanal’. En lugar de fustigar al PP, como es habitual en usted, podría, al menos, alzar su voz y solicitar para Baleares “más recursos para dejar de ser una autonomía ninguneada” (Pons Fraga). ¿No siente vergüenza ajena, como socialista, al no apoyar la solidaridad entre los españoles? ¿Cómo es que se muestra tan partidaria de amparar la desigualdad y la discriminación? ¿Qué le obliga a guardar silencio? ¿La sumisión al amo, su corazón catalanista o el servicio a los ciudadanos de Baleares? Personalmente, me temo que, en su caso concreto ya acreditado con reiteración, se deba a la poco digna sumisión al Presidente, coincidente con las convicciones del corazón (catalanismo).

Por otra parte, no hay que olvidar que usted sigue compitiendo con Prohens por el liderazgo político en Baleares. ¿Qué les va a decir a los ciudadanos de Baleares? Le recomiendo que se atenga al dicho del gran Jorge Luis Borges: “No hables a menos que puedas mejorar el silencio”.

Gregorio Delgado del Río

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