El vaso medio lleno Entre unas y otras cosas llevamos 6 meses con un gobierno sin capacidad ejecutiva. Provisional. Esta temporalidad puede ser observada desde el prisma del vaso medio lleno; el país sigue funcionando, las instituciones son garantistas, la economía mantiene su senda de recuperación y los servicios públicos se prestan con un nivel más que aceptable. A lo largo de la historia, en pocas ocasiones, los espacios de eventualidad han cursado con tanta normalidad.
Si vemos el vaso como medio vacío, podemos afirmar que se han ralentizado los indicadores de crecimiento y aparecen grandes nubarrones en el horizonte. Con la salvedad de Grecia, España ha finalizado el 2015 con el mayor nivel del endeudamiento de la unión europea. El túnel de salida de la crisis se hace más largo y más oscuro que en la mayoría de países del entorno. Nuestra economía es poco competitiva, la calidad del empleo ha disminuido y el nivel de paro lastra nuestras expectativas de futuro. El bajo precio del dinero genera una falsa sensación de solvencia.
En este mismo sentido, estamos despreciando las oportunidades que conlleva esta etapa regeneracionista. La orientamos más al revisionismo que al fortalecimiento institucional. Pensamos más en el gasto que en la eficiencia. Conjugamos más el “yo” que el “nosotros”. Primamos el clientelismo frente al talento. Queremos más recursos, pero no queda claro que sean para hacerlo mejor.
Esta senda nos permite una buena gestión del pasado. Sin embargo el desprecio al componente de oportunidad que acompaña a toda crisis, tropiezo o sufrimiento tiene un coste que no nos podemos permitir. Entre otras cosas, porque es una renuncia expresa a ganar el futuro. Y el futuro es el lugar en el que más tiempo vamos a pasar a partir de hoy.
