Siempre me ha admirado que, siendo ya Palma una gran ciudad, sin embargo nos conozcamos “todos”, obviamente en el sentido figurado relativo al medio o al ambiente en que cada uno acostumbra a moverse.
La teoría de barra de bar que trata de explicar semejante fenómeno es la de que la sociedad mallorquina –porque la part forana funciona también en su conjunto, en gran medida, como una segunda gran ciudad- está estratificada de manera parecida a nuestro sabroso y entrañable tumbet, de forma que todos aquellos que nos encontramos por la circunstancia que fuere en un determinado sostre dentro de la greixonera acabamos conociéndonos, seamos patatas, pimientos, ajos o berenjenas.
Y, tras las elecciones pasadas, he llegado a la conclusión de que el poder político mallorquín se organiza también de acuerdo con esta teoría del tumbet social.
Veamos, si no, la distribución de alcaldías. El PI, que apenas ha conseguido repetir resultados en el Parlament con tres diputados de 59, parece en cambio que se va a consolidar como decisiva fuerza municipalista –curiosamente, con menos votos que los cosechados por la lista autonómica-, logrando investir a una docena de alcaldes -o más-, nueve de ellos, para toda la legislatura, en una isla que cuenta con un total de 53 ayuntamientos. Además, formará parte del equipo de gobierno en otras diez localidades. Claro está que, como contrapartida, sigue sin lograr representación en Palma, pero comandar en casi una cuarta parte de los pueblos y cogobernar otros diez demuestra una excelente implantación territorial. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.
El caso es, pues, que parece que los votantes prefieren al PI gobernando ayuntamientos –salvo el caso de la capital- antes que desarrollando política en otros ámbitos, y este es un hecho incontestable, lo que confirma esa tendencia al tumbetismo político del elector isleño, que no deja de ser una rareza en el concierto español.
Naturalmente, el PSIB, arrastrado en gran parte por la ola socialista madrileña, va a comandar los ayuntamientos más importantes y se convierte en el primero del ránking municipal.
En cambio, Ciudadanos, que ha crecido mucho y llegó a situarse como tercera fuerza en las elecciones generales, por delante del PP, no tendrá ni una sola alcaldía. Y no digamos ya Unidas Podemos, segunda formación en número de votos en las generales y con escasísima y menguante repercusión municipal.
El mapa se cierra con un PP a la baja que conservará ocho municipios, parecido número Més, más una decena de ayuntamientos gobernados por partidos locales, agrupaciones o grupos independientes.
A menudo se señala que la democracia de corte occidental es el menos malo de los sistemas políticos, entre otras cosas por la imposibilidad de ponderar la reflexión previa que acompaña a cada sufragio. Sin embargo, los datos anteriores indican que, al menos en Mallorca, el elector medita muy bien a quién votar para cada institución y eso es muestra de madurez democrática. A cada sostre del tumbet, su partido.