El torero Puigdemont

La novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro. Ese es Carles Puigdemont. Desde que la negativa de las bases de la CUP impidieran a Artur Mas revalidar la presidencia de la Generalitat, el que fuere un discreto alcalde de Girona ha sido engullido por su propio ego. Desafortunadamente, la aritmética parlamentaria y la falta de escrúpulos del narciso que ocupa la Moncloa han permitido que Puigdemont ponga a bailar a todo un gobierno nacional.

El diestro catalán ha conseguido torear a su antojo a lo que queda del partido socialista y les ha hecho tragar con todos sus antojos, sin necesidad de garantizar la gobernabilidad. Los indultos, la amnistía, ahora el concierto fiscal… Puigdemont no tiene límites y está borracho de poder al haber sometido no sólo a un gobierno, sino a un Estado.

Hoy protagonizará un nuevo show en el que pretenderá recuperar esa imagen de mártir que el procés le regaló. Tras unos años en los que ha quedado desdibujado, ha perdido las elecciones y en sus filas ya le acusan de traición, Puigdemont vuelve para ser detenido delante de todas las cámaras y, con ello, intentar impedir o retrasar la investidura del socialista Salvador Illa. Su esperanza yace en la misma mayoría que situó a Josep Rull como presidente del Parlament, el cual no dudará en suspender el pleno previsto para hoy si los Mossos consiguen detener al prófugo antes de que entre las inmediaciones de la cámara.

Puigdemont dicta desde el delirio y Sánchez obedece. Ninguno de los dos tienen proyecto para su tierra y sus ciudadanos más allá de ellos mismos. Ambos son las dos caras de una misma moneda. Su estilo son los golpes de efecto, el bochorno, los tintes autoritarios y la polarización: “fuera de mí sólo hay fascismo”. Para gloria del periodismo, demasiado aburrido en verano, esta pareja de baile nos seguirá regalando momentos histriónicos (que no históricos), mientras exista un insensato dispuesto a creerles.