El Real Mallorca reafirma una semana más su candidatura al descenso

El estado general de pesimismo inunda a los mallorquinistas cuando a estas alturas de la temporada el equipo se ha situado de manera permanente en las posiciones de descenso a Segunda B.

Ya se agotaron en su día las dos balas tradicionales de los equipos en declive: el cambio de entrenador y los fichajes de refuerzo en el mercado invernal, y nada ha cambiado el panorama.

Tanto es así que de los diez últimos partidos solo se han ganado dos, aunque no es menos cierto que también se han perdido solo tres. En este sentido el gran problema de este Real Mallorca es que se engaña a sí mismo a base de empates, ese resultado que satisface a los pobres que dicen que por lo menos no pierden pero que no consideran que penaliza más que premia.

Al Mallorca le quedan trece partidos por delante, siete en casa y seis fuera. Visitarán Son Moix otros tres candidatos al descenso, el Nàstic, el Córdoba y el Almería, mientras que el Mallorca tiene que ir a Miranda de Ebro donde espera otro candidato al infierno, el Mirandés. Entre y entre, por ejemplo, también visitará el estadio bermellón el líder Levante.

Los de Olaizola no generan ningún tipo de confianza, pero nada está perdido porque son varios los que se han empeñado en complicarse la vida.

Mientras, la afición sufre, los jugadores dudan, el técnico trata de convencerles de que es posible y los medios de comunicación hacen sus cábalas, y mientras todo eso pasa, en el club esperan un milagro que les permita empezar de nuevo en agosto. Pero quedan aún trece sufrimientos más.