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El préstamo

jueves 05 de septiembre de 2013, 08:45h

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La instrucción del caso Noós-Urdangarín no deja de depararnos sorpresas. Algunas, fabricadas desde el entorno de la casa real, pretenden justificar los brotes de amnesia de la infanta Cristina y su escaso interés en saber cómo se ganaba su esposo las habichuelas. Resulta, según la última información, que fue el rey Juan Carlos en persona el que le facilitó a su hija menor un millón doscientos mil euros en concepto de préstamo sin interés a devolver en 23 años, para pagar la entrada del palacete de Pedralbes. El resto supongo que lo puso La Caixa, siempre atenta a las necesidades económicas de los matrimonios jóvenes y las infantas desmemoriadas. La cantidad puede parecer modesta para un rey -especialmente para los de cuento o rondaia-, pero, sinceramente, hay días que mi editor no los gana. El asunto tiene miga, porque, si el rey tiene 1,2 millones para dejar a cada hijo, así, de buenas a primeras, y sin necesidad de recuperarlos en 23 años, me pregunto cuánta pasta atesora el jefe del estado, porque si con su "sueldito" de 292.000 euros al año -teniendo en cuenta lo que venía costando el combustible del Fortuna, mantener a sus cuñados en verano, etc- ha conseguido ahorrar tanto, quizás nos deberíamos plantear atribuirle constitucionalmente las funciones de ministro de economía y dejarnos de Guindos y demás aficionados. Todo ello, a no ser que el rey tenga otros negocios, cosa que no estaría nada mal que explicase. También pudiera ser que este dinero provenga de la cuenta suiza de su padre, don Juan de Borbón, que en uno de los movimientos económicos más patrióticos de su dinastía, prefirió la seguridad helvética al desbarajuste hispano, y no me extraña, porque los españoles somos muy cabroncetes y de repente nos despertamos republicanos, como en abril de 1931 y nos gastamos el peculio del monarca depuesto en comprar tela de color morado. Lo segundo que me escama es la calificación del contrato como préstamo, y ello por varias razones. La primera de ellas, es que parece ser que el rey se considera inmortal, porque el hombre tiene ya 75 tacos y, claro, con tanto titanio igual llega a los 100, pero sus constantes achaques y, sobre todo, su afición por besar el piso no invitan al optimismo. Conste que no le deseo mal alguno, ojalá viva muchos años felices y coma perdices. Por otra parte, la Agencia Tributaria se encarga de recordar a los mortales -lo que corrobora que el rey se cree inmortal- que los préstamos se presumen celebrados al interés del mercado y que, se cobren o no intereses, hay que tributar como si se percibieran. Ya sé que los créditos actualmente no están sujetos a interés alguno -no se emocionen, es porque no se presta un céntimo a nadie-, pero en el caso hipotético de que alguien fuese hijo del director general del banco y consiguiera que el jefe de zona le aprobase el préstamo, el interés no bajaría de un modesto 8 por ciento. No me cabe duda de que el rey habrá tributado ese interés que no cobra, claro. Por otra parte, es algo dudoso que tenga que llamarse préstamo a la cesión de un dinero para devolver en la otra vida del prestamista y sin interés alguno. Determinados periodistas con muy mala leche llaman a eso donación encubierta, lo que además acarrea el lastre de tener que tributar por el Impuesto de Sucesiones y Donaciones. Un fastidio, vaya.
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