Los que vivimos en Baleares sabemos de sobra lo que significa la palabra ensaimada, que no es tan solo el nombre de un dulce típico de forma redondeada que viaja por el mundo en cajas como el mejor souvenir de unas vacaciones en la isla.
La ensaimada es un majar exquisito que se presenta en tantas variedades distintas como colores tienen las rosas. No solo por los diferentes tamaños o rellenos sino por el resultado de su textura dependiendo de quien la amasa. Como bien dice el refranero, cada maestrillo tiene su librillo y su particular manera de mimar la fina masa que acaba enroscada cual concha de caracol. Eso hace que unas sean más suaves, otras más secas, unas más mantecosas y otras más crujientes.
Es un dulce que tomamos a cualquier hora del día, desenroscándola con la mano, siendo este último dato muy importante, ya que el hecho que alguien pida cuchillo y tenedor para comerla nos indica automáticamente que estamos ante un foráneo. Ensuciarse las manos y el bigote de azúcar para posteriormente limpiarlo con la lengua y chuparse los dedos, es igual de importante que mojar cada trozo en el café o en un buen chocolate caliente.
Dicho todo esto y como amante empedernida de nuestra mejor embajadora, la Ensaimada de Mallorca, os cuento que el Govern esta semana ha catapultado la ensaimada a lo mas alto si es que eso era posible.
El aumento de contagios hace que nuestros dirigentes se hayan visto obligados a tomar medidas, algunas de ellas sin demasiada coherencia, nada nuevo. Los nuestros han tirado esta vez por el camino fácil, el de copiar lo que ya se hace en otras comunidades autónomas, aunque desafortunadamente sin mejorar. Han implantado la obligatoriedad de solicitar el certificado Covid en restaurantes. La norma excluye bares y cafeterías, además de especificar que solo es necesario presentar dicho certificado en restaurantes con un aforo superior a las 50 plazas. Me gustaría matizar que personalmente no estoy en contra de tener que acreditar que estás vacunado, siempre y cuando eso sea en todos aquellos establecimientos en los que para consumir te quitas la mascarilla, es decir ya sea para tomar un simple café, mojar una ensaimada o disfrutar de una paella.
Me cuesta entender que este caprichoso virus a la hora de contagiar entienda de aforos y por tanto no se propague en bares pequeños, pero si en restaurantes grandes, que contagie cuando te sientas a comer una lubina a la sal, pero no cuando mojas la ensaimada en un chocolate. Aunque quizás lo que no sabíamos hasta ahora, era ese poder oculto de las ensaimadas que además de buenísimas te protegen contra el Covid. Pero juzguen ustedes mismos que esto es tan solo mi humilde opinión.