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El perdón y la herencia de ETA

sábado 21 de abril de 2018, 00:00h

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Cincuenta años después y con 860 víctimas mortales en su haber, ETA ha anunciado su disolución y ha pedido perdón. El comunicado hecho público este viernes representa un cambio en la actitud y el lenguaje al que nos ha tenido acostumbrados la banda terrorista durante años. Palabras como "sufrimiento desmedido", "hemos provocado mucho dolor" o "lo sentimos de veras" han destacado en un comunicado que no refleja otra cosa que el reconocimiento de que la banda ha sido derrotada. A ETA la han vencido los cuerpos de seguridad, los jueces y el rechazo de la comunidad internacional; y el perdón escrito ahora no satisface a las víctimas que ven en esas palabras un arrepentimiento postizo e insuficiente porque establece diferentes tipos de víctimas.

Antes de este comunicado, ETA ya estaba vencida, sin actividad terrorista desde hace siete años, con todas sus cúpulas de los últimos tiempos encarceladas y sus comandos desarticulados. En cinco décadas, la banda sólo ha conseguido sembrar el dolor con asesinatos, secuestros, extorsiones y sabotajes, por lo que el comunicado es el reconocimiento del final de una tragedia que para unos significó mucho sufrimiento y para otros un camino hacia una revolución que en muchos casos no pasó de un siniestro negocio.

ETA visualizará su final a principios del mes de mayo en un acto cuya puesta en escena se desconoce. Sería bueno que ese acto incluyera la entrega de todos sus arsenales, por obsoletos que puedan estar, así como una decidida colaboración con la justicia para esclarecer los 300 asesinatos de la banda que aún quedan por resolver, haciendo frente a las responsabilidades penales que puedan conllevar. Una acción así haría plenamente creíbles las palabras de perdón que recoge el comunicado y merecería los beneficios de la reinserción que, por otra parte, ya están marcados en la llamada Vía Nanclares.

ETA acaba y en el recuerdo quedan las víctimas, algunas de ellas tan cercanas como los guardias civiles Diego Salvá y Carlos Sáenz de Tejada que fueron asesinados por la banda hace nueve años en Palmanova y que son las últimas víctimas mortales de la historia de ETA. Junto a todos los muertos quedaron miles de heridos y muchos más ciudadanos que durante años vivieron amenazados o arrinconados en una sociedad donde era demasiado habitual vivir señalado por la intransigencia.

Esa es la herencia que, una vez vencida ETA, también tiene que desaparecer. Acontecimientos como el de Alsasua que ahora se juzga en la Audiencia Nacional son ejemplo del odio que ha anidado durante décadas y que aún se vislumbra en demasiadas actitudes cotidianas. Muchos ven este juicio, y las consecuencias que pueda tener para los encausados, como el detonante del comunicado de la banda. Sea como sea, sólo cuando episodios como este queden definitivamente superados se podrá hablar de convivencia y cobrarán pleno sentido las palabras con las que este viernes ETA dice haber fijado su final.