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El papel de las teles públicas

Por José A. García Bustos
sábado 22 de julio de 2023, 10:57h

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Si me siguen en esta columna sabrán que he sido siempre muy crítico con el hecho de que los medios de comunicación privados estén en manos de cuatro familias que son las que también poseen la mayoría accionarial en empresas de otros sectores como el de las grandes farmacéuticas o el sector alimentario en toda su extensión.

Con los medios de comunicación en sus manos nos van a decir qué comer, qué beber y qué medicamentos tomar. La objetividad que se les supone se ha ido erosionando con los años. Ni siquiera los mal llamados Informativos (cuya función debe ser informar) se salvan.
En cualquier caso, la erosión de la verdad y la constante manipulación del mensaje es una constante en la sociedad y las televisiones no dejan de ser un reflejo de la misma.

Fíjense que nos van a decir qué consumir o qué no consumir, siempre en beneficio de las grandes corporaciones pero previamente nos van a inducir a ese consumo como solución a un problema que habrán difundido ampliamente y que generará preocupación o miedo.

Como ejemplo paradigmático de que animan a consumir productos por intereses económicos y no reales, recuerden cuando a mitad del siglo pasado las televisiones animaban a la audiencia a fumar haciendo alusión a no sé qué beneficios.

A veces el problema que nos presentan no es tal. A veces sí. De nosotros depende discernir si hay o un interés espurio en el consumo de lo que los medios y las teles nos proponen. Otro ejemplo: esta semana se ha cumplido un año de la aparición de la viruela del mono, una pandemia de la cual no se ha vuelto a oír hablar y que en su día las televisiones difundieron profusamente, expandiendo el miedo. Contaban el caso de alguien que aparentemente compró un patinete de segunda mano que en los manguitos tenía el patógeno infernal que al tocarlos le contagió.

De ahí que las televisiones públicas deberían distanciarse de las televisiones privadas en la proporción de información y contenidos frescos, objetivos, de proximidad que casen con los intereses de la audiencia y no de los accionistas. Deberían poner distancia no solo con las televisiones privadas sino también con la información no contrastada e interesada que inunda las redes sociales que, cada vez más, están siendo la principal fuente de información y entretenimiento para muchos.

Hoy podemos leer que la Junta Electoral amonesta a RTVE por difundir mensajes sesgados y engañosos sobre un partido político de “extrema derecha”. El objetivo, según el máximo órgano electoral es el de manipular el voto. Vean lo grave de estas acusaciones: el objetivo de la mayor televisión pública es manipular las decisiones de la audiencia. Caemos en el mismo defecto que las televisiones privadas. Una televisión pública debe dar herramientas para formar un criterio propio pero nunca manipular.

Además de informar, la televisión tiene una importancia de la que no se habla pero que como economista debo mencionar. Durante cuatro años fui Director Financiero de la televisión pública de Balears y llevé a cabo un estudio económico titulado “Rentabilidad social de la televisión pública. El ejemplo de IB3” sobre la aportación a la riqueza que una televisión puede aportar a la tierra en la que se asienta. La conclusión es que una televisión pública genera riqueza en términos directos, indirectos e inducidos. Riqueza no solo en términos cuantitativos sino también cualitativos, es decir, rentabilidad social. Sobre los primeros destaca el entorno de productoras que se bregan y adquieren know-how con los encargos de la televisión pública y aportan su conocimiento local a coproducciones y encargos de productoras de fuera que vienen a rodar. Ya saben que cuando una productora de fuera se viene a rodar durante un tiempo dejan gasto local en restaurantes, taxis, hoteles, carpinteros, electricistas, etc. Y además, sus grabaciones son la mejor publicidad de nuestra tierra para todo el que vea ese anuncio, documental o largometraje.

Una televisión es algo muy importante. Si las privadas tienen como objetivo satisfacer las necesidades de sus accionistas principales que, como les digo, lo son también de otros sectores, al menos las televisiones públicas deberían servir al interés público. Y ello dista mucho de manipular el voto o presentar candidatas que se presentan en bicicleta allí donde están las cámaras de televisión después de bajarse de un avión y subir al coche oficial propulsado por gasolina. O candidatas que ante las cámaras de televisión aparecen planchando, manteniendo oculto el personal de servicio doméstico que realiza esa y otras tareas en su piso de 433 metros cuadrados. Eso está muy bien pero una televisión pública debe contarlo todo. También lo que no se ve.

Las televisiones públicas se deben al interés público y, qué mejor interés público que servir a la Verdad y hacer una sociedad mejor y menos manipulada.

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