Ayer hablé con un buen amigo que reside desde hace años en un país hispanoamericano. Si bien el acogimiento y la celebración del 12 de Octubre en los países hispanoamericanos le devuelven el orgullo de ser español, mientras conversábamos llegamos a la conclusión de que quizás nuestro Día Nacional no deberíamos celebrarlo únicamente como ese orgullo de haber alumbrado América al mundo y haber creado el concepto mismo de la Hispanidad como inmenso legado a la historia de la Humanidad, sino también como una oportunidad para reflexionar profundamente sobre su significado.
Cuando Mariano Rajoy, desafortunadamente, afirmó que el desfile de nuestras Fuerzas Armadas, garantes de nuestra unidad y libertad, era un “coñazo”, no hizo más que poner sobre el tapete el estado de ánimo al que nos han conducido gran parte de nuestros políticos al vaciar de contenido una fiesta como la de la Hispanidad en un país en el que no se exhibe la bandera con orgullo excepto en eventos futbolísticos, en la que no se puede educar en español, en la que no se enseña nuestra historia, en el que la nación aparece definida como algo fríamente jurídico como “Estado Español” (en el mejor de los casos), y en el que los españoles ya no somos nombrados como tales sino como “ciudadanos”, de un modo aséptico.
Quizás es el momento de plantearnos la Hispanidad como una mirada interior, resucitando aquel espíritu del 98, sin su pesimismo, con honda preocupación, pero con orgullo y optimismo.
Reconozco que me cuesta hablar de España en términos racionales, como una definición de diccionario. Porque para mí España es un sentimiento, es parte de mi ser, es la herencia recibida, es un leit motiv, y como tal ni lo puedo explicar ni es mi intención hacerlo. Es como cuando te enamoras de una mujer. Que no te pregunten por qué la quieres, o por qué darías tu vida por ella, porque las palabras jamás podrían definir de forma adecuada el sentimiento de profundo amor.
Algunos se preguntarán si el pueblo español se siente como tal. Si de verdad hay un espíritu nacional como el que en el pasado nos hizo levantarnos contra la invasión de las tropas napoleónicas. Si de verdad vale la pena seguir creyendo en España. Podríamos llegar a pensar que la defensa de la idea de España no es más que una entelequia, una empresa fútil, estéril. Viendo, o sufriendo, la actualidad política podríamos pensarlo. Pero la mayoría no lo hacemos, porque España sí que vale la pena. No es un ejercicio intelectual, no es un factor de una ecuación, no es una simple marca, España es el resultado del esfuerzo y del sufrimiento, de la alegría y del llanto, de la lucha y de la persistencia de muchos antes que nosotros. Es la historia, la cultura y el patrimonio heredado de nuestros antepasados, que hemos de mejorar.
El 12 de Octubre es un buen día para darnos cuenta de que, en general, el pueblo español se siente como tal, sin alharacas, sin demasiadas demostraciones públicas, pero siente la españolidad o hispanidad como algo propio. Los españoles no nos estamos preguntando cada día si lo somos o no, sencillamente, mayoritariamente, nos sentimos españoles y punto. O como dijo aquel: Yo me siento catalán, que es mi forma de sentirme español.
Así pues este Día Nacional, esta Fiesta de la Hispanidad, debe servirnos como acicate, como crítica constructiva, como certeza y seguridad de que los que ponen en duda España y la Hispanidad son minorías, pagadas, subvencionadas, muy bien organizadas, consentidas, y promocionadas por los enemigos de España y la Libertad. Debemos darnos cuenta que el nacionalismo separatista no representa el sentir de la mayoría del pueblo español, ni tan siquiera en los lugares donde gobierna, sino que ha sido favorecido por una ley electoral de dudosa representatividad. Los nacionalistas y sus socios, o lo que es lo mismo, los insolidarios, son minoría. La mayoría entendemos que España es Libertad. Cada uno lo entiende a su manera. Para algunos es un sentimiento patrio, para otros ser español, pertenecer a España, es, además, un sentimiento de justicia social, solidario, y democrático.
Si te sientes español reflexiona sobre esta fiesta de la Hispanidad. Somos una gran nación, y defenderla vale la pena. Como dijo uno de nuestros héroes nacionales, el Almirante Blas de Lezo y Olavarrieta: “Una nación no se pierde porque unos la ataquen, sino porque quienes la aman no la defienden”