No sé si existe algún refrán qué diga algo así como “dime de qué discutes y te diré de qué padeces”. Pero debería crearse. Porque existe una especie de paralelismo entre la gravedad de los males que nos aquejan y la banalidad de los asuntos en los que nos entretenemos. Lo vemos cada martes en el Parlamento y esta semana lo volvemos a ver en el Ayuntamiento de Palma. Ahora, nuestro consistorio decidió que Palma deje de llamarse Palma para volver a llamarse Palma de Mallorca. Estúpido perder un minuto en quitarle el apellido, estúpido volver a ponérselo. Le llamemos como queramos, esta ciudad es “de Mallorca”. Y de aquí, y del Mediterráneo. Es de donde está. Por lo tanto, tanto da. Mientras, haciendo que el refrán antes mencionado sea digno de ser creado, nuestros problemas verdaderos son igualmente graves, igualmente importantes pero, para eso no tenemos muchas ideas, ni argumentos. Un poco triste.
