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El miércoles soñé con Pedro Sánchez

Por Josep Maria Aguiló
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jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 01 de julio de 2023, 06:39h

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En su columna del pasado jueves en Última Hora, el maestro Miquel Segura escribió: «Anoche soñé con Carmen Sevilla. Ella era joven y yo también. Me desperté feliz».

Curiosamente, ese mismo miércoles yo también tuve un sueño en cierto modo inesperado, pero no con Carmen Sevilla, sino con Pedro Sánchez. Ahora les hablaré con detalle de ese duermevela con el presidente del Gobierno, pero de momento ya les puedo adelantar que, sin ser tampoco una pesadilla, no me desperté con el mismo sentimiento de dicha con el que se despertó mi admirado Miquel.

El sueño se desarrollaba en Palma, en distintas ubicaciones públicas y privadas que iban apareciendo en mi ensoñación de manera sucesiva. En cada uno de esos escenarios, como por ejemplo el viejo taller familiar o el Parc de ses Estacions, había más personas aparte del presidente y yo, pero él siempre se dirigía sólo a mí, tuteándome y llamándome por mi nombre, como si ya nos conociéramos o hubiéramos coincidido quizás antes en alguna rueda de prensa en La Moncloa.

Tanto en el viejo taller familiar como en ses Estacions y en el resto de espacios en que nos vimos, sólo habló nuestro actual mandatario. En cada uno de esos lugares, Sánchez repetía poco más o menos las mismas palabras, haciendo un balance positivo de su gestión hasta ahora, criticando y equiparando al PP y a Vox, y afirmando que ganará las elecciones del próximo 23 de julio. Sin ser en sentido estricto un sueño incómodo o desagradable, sí me iba produciendo poco a poco una creciente sensación de cansancio.

Finalmente, me desperté en torno a las cuatro de la madrugada, supongo que en parte por ese agotamiento mental progresivo que había ido acumulando a lo largo de la noche y en parte también porque mi próstata ya no es la misma de cuando yo tenía veinte años. Así que tras ir brevemente al cuarto de baño, volví de nuevo a la cama, con la intención de seguir durmiendo un par de horas más y con la esperanza de tener quizás algún otro sueño algo más distendido y emocionante.

Al poco de cerrar los ojos, y para mi sorpresa, se me volvió a aparecer de nuevo el presidente, que siguió reiterándome varias veces más lo que, a su juicio, serían las hipotéticas bondades de su presidencia y las presuntas maldades de la oposición. Su segunda aparición en mis sueños no tuvo tampoco nada de molesto o de inquietante, por lo que se encontraría en las antípodas de, por ejemplo, las apariciones nocturnas de Freddy Krueger en la terrorífica saga de Pesadilla en Elm Street.

Esto último lo digo, más que nada, para intentar tranquilizar por completo a mis posibles lectores antisanchistas. Por otra parte, y a diferencia de lo que había ocurrido unos minutos antes en mi primera fase de sueño REM, en esta segunda fase sí me atreví a plantearle a Sánchez, de manera educada y serena, algunas objeciones a sus argumentos. Sin embargo, al poco tiempo me di cuenta de que no me escuchaba en absoluto, como si yo fuera Emiliano García-Page o Alberto Núñez Feijóo, así que opté por dejar de hablar, ante la evidencia de que probablemente no tenía demasiado sentido continuar haciéndolo.

Instantes después, nos dimos amigablemente la mano y nos despedimos. Fue justo en ese momento cuando volví a despertarme, en esa segunda ocasión ya con la intención de levantarme, ducharme, desayunar e ir al trabajo. Aun así, antes de partir eché una breve ojeada a La interpretación de los sueños, de mi admirado Sigmund Freud, por si pudiera encontrar tal vez alguna posible explicación consciente, inconsciente o subconsciente a lo que me había ocurrido esa noche.

Al final, atribuí mi inesperado sueño a la omnipresencia mediática de Sánchez en estas últimas semanas, tanto en los medios de izquierdas como en los de derechas, una omnipresencia que en estos últimos días se ha acentuado todavía un poco más con su voluntaria y rotunda sobreexposición televisiva, que, ay, aún no ha acabado.

Al parecer, el presidente quiere ir a todas las cadenas sin dejarse una sola, aunque intuyo que, presumiblemente, no acudirá a Trece ni tampoco al nuevo canal que dirige su expareja —política— Pablo Iglesias.

Hay quienes aventuran que en caso de que Sánchez vuelva a ganar las elecciones, podría, incluso, optar por crear su propio programa televisivo, a la manera del popular Aló Presidente de Hugo Chávez, pero yo no acabo de verlo en ese formato. O al menos no por ahora.

En el futuro, no sé si volveré a soñar o no con Pedro Sánchez, pero, puestos a soñar, me gustaría poder hacerlo antes del 23-J con otros políticos seguramente algo más centrados o con algún lejano amor de juventud, como Natalie Wood, Cyd Charisse o Nastassja Kinski. Si ello sucediera, yo también podría decirles, como Miquel Segura en su columna de hace dos días: «Ellas eran jóvenes y yo también. Me desperté feliz».

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