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Que la risa no se vuelva llanto

martes 21 de agosto de 2012, 08:55h

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En esta últimas semanas, antes de irme de vacaciones, en el laboratorio de microbiología del hospital comarcal de Inca, hemos realizado el diagnóstico microbiológico de cuatro casos de sífilis, dos de herpes genital y uno de infección genital por Chlamydia trachomatis,todas ellas infecciones de transmisión sexual. Teniendo en cuenta que en el hospital de Inca no recibimos las muestras de los casos de enfermedades de transmisión sexual atendidos en los centros de atención primaria de la comarca y tampoco en el hospital hay una consulta específica de este tipo de infecciones, se trata de una cifra bastante elevada, que no hace sino confirmar una tendencia que, por desgracia, se viene observando en nuestro ambiente desde hace un tiempo, que es la de un incremento continuo y sostenido de la incidencia y prevalencia de las infecciones de transmisión sexual.

Este incremento es una consecuencia de la relajación de las medidas de protección en las relaciones sexuales esporádicas y de la reaparición de conductas sexuales de alto riesgo, que han surgido sobrevenidas al éxito de los tratamientos antirretrovirales, que han convertido al SIDA, de una enfermedad mortal en una enfermedad crónica y ha hecho disminuir la percepción de peligro vital, así como ha inducido una injustificada sensación de seguridad, que no se corresponde en absoluto con la realidad.

Porque la realidad es que el SIDA sigue siendo, hoy por hoy, una enfermedad incurable y, por tanto, condena a quien la padece a un tratamiento permanente y perpetuo, tratamiento que tiene importantes efectos secundarios, además del coste económico, para la persona y para el sistema sanitario público, y, aunque contenida, no deja de tener consecuencias, en forma de mayor riesgo de infecciones, de aparición de determinados tipos de tumores y, en definitiva, supone una seria limitación de las expectativas vitales de las personas afectadas.

Y la realidad es también que el resto de infecciones de transmisión sexual pueden tener consecuencias muy graves, a corto, medio y largo plazo, para la salud de quienes las contraen.

La sífilis es una infección curable mediante tratamiento antibiótico, pero si pasa desapercibida e indiagnosticada en su fase primaria, tiene una evolución crónica que lleva al desarrollo de graves problemas cardiovasculares y neurológicos, entre otros, y es transmisible de la madre al feto “in utero”.

El herpes genital es una infección para siempre, que va reapareciendo intermitentemente a lo largo de toda la vida, con sus problemas de dolor, impotencia funcional, infecciones sobreañadidas y que se puede trasmitir de la madre al niño en el momento del parto, con consecuencias que pueden llegar a ser tan graves como una queratitis herpética y riesgo de ceguera, neumonía o meningoencefalitis.

El papilomavirus, que produce las verrugas genitales ( y también las verrugas de otras zonas del cuerpo), además de las verrugas, establece infecciones crónicas permanentes, que pueden llevar al carcinoma de cuello de útero, de hecho casi la totalidad de los carcinomas de cuello de útero son provocados por una infección crónica por papilomaviurs, y también a carcinomas uretrales y anales.

Los virus de la hepatitis B y de la hepatitis C, ambos son capaces de producir hepatitis crónicas, que pueden llevar a la cirrosis, a la insuficiencia hepática y al cáncer de hígado.

El gonococo produce la infección gonocócica o gonorrea, también conocida en otros tiempos como purgaciones, que es curable con antibióticos, pero si no se diagnostica, puede provocar infecciones crónicas, como uretritis recidivantes, cervicits, artritis sépticas, así como conjuntivitis y otras infecciones más graves en el recién nacido, que se infecta durante su tránsito por el canal del parto.

La Chlamydia trachomatis produce uretritis y cervicitis y, si no se diagnostica y cura en la fase aguda, provoca infecciones crónicas, entre las que podemos destacar las endometriosis y salpingitis (infecciones de las trompas de Falopio), que suelen llevar aparejados problemas de infertilidad, incluso esterilidad, en la mujer. También puede transmitirse al niño durante el parto, provocando neumonitis, conjuntivitis y otras infecciones graves.

Esta no es una lista exhaustiva, hay más infecciones de transmisión sexual, pero sí son las más importantes y son una muestra suficiente para ilustrar la necesidad de no relajar las medidas de protección en las relaciones sexuales. Ahora que es verano, que el buen tiempo, las vacaciones, las amistades esporádicas, la fiesta, el ambiente agradable, el “buen rollo” hacen que se multipliquen las oportunidades, las ocasiones, o las tentaciones, según se mire, de mantener relaciones sexuales casuales y esporádicas, es más importante que nunca recordar que la protección es lo único eficaz para evitar contraer estas infecciones. Lo contrario, tener relaciones sin protección, es jugar a la ruleta rusa. Igual que “si bebes no conduzcas” se ha convertido en un mantra que se recita para evitar que nadie conduzca bajo los efectos del alcohol, “si follas hazlo con protección” debería ser un mantra recitado sin descanso por todos aquellos que tengan relaciones casuales o esporádicas, no sea que después la risa se vuelva llanto.

Y para deshacer algunos malentendidos, señalar que el sexo oral también contagia, el sexo anal también contagia, el sexo lésbico también puede contagiar y según que tocamientos y rozamientos también pueden contagiar. El cibersexo, de momento, no contagia.

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