opinión | emilio arteaga

Investigación descapitalizada, gin-tonics subvencionados

EMILIO ARTEAGA. Estos días se está celebrando en Chicago el Congreso de la Asociación Americana de Oncología Clínica, en el que se han presentado resultados de varios estudios y ensayos clínicos de tratamiento inmunoterapéutico de diversos tipos de tumores , en los que han participado de manera muy destacada, entre otros, servicios de oncología de hospitales e institutos de investigación biomédica de Barcelona. Al parecer, se están obteniendo resultados muy positivos, especialmente en casos de melanoma y cáncer de riñón. Se trata de una noticia excelente, ya que se ha abierto una puerta hacia una nueva alternativa terapéutica, especialmente importante en el caso de tumores como el melanoma metastático, para los que las opciones de tratamiento farmacológico eran muy limitadas, por no decir nulas. La inmunoterapia contra el cáncer no es algo nuevo, pero sí lo es el enfoque de estos estudios, ya que se ha descubierto el mecanismo por el que algunos tumores se enmascaran y neutralizan la acción del sistema inmunológico del paciente, de modo que, al contrarrestar con los fármacos en ensayo este bloqueo inmunológico, se libera el potencial de defensa del cuerpo, que estaba inactivo, contra el tumor.

La participación de oncólogos clínicos e investigadores biomédicos de Barcelona en estos estudios es una prueba más del nivel de excelencia internacional que ha alcanzado la investigación biomédica en Cataluña y en España en las últimas décadas. Algo que era impensable hace 40 años, cuando acabé mis estudios de medicina y el nivel de la investigación en España era menos que discreto, es hoy una realidad. Pero esta excelencia en investigación biomédica no ha surgido de la nada, ni por generación espontánea, sino que es consecuencia del altísimo nivel de calidad conseguido por nuestro sistema sanitario público, unido a una buena calidad de la enseñanza en las facultades universitarias de medicina y el resto de ciencias biosanitarias, a un muy buen sistema de formación de especialistas, el conocido como MIR, a una buena formación de investigadores y a unos planes de financiación de proyectos de investigación biomédica con una dotación presupuestaria siempre insuficiente pero, por otra parte, nada desdeñable y, sobre todo, sostenida en el tiempo.

Pero ahora esta magnífica realidad está en peligro por culpa de los recortes presupuestarios. Estos días he tenido la oportunidad de escuchar varias entrevistas a algunos de los médicos e investigadores involucrados en estos proyectos y todos ellos han expresado una gran preocupación por el futuro inmediato de los equipos que tanto ha costado formar, si continúa la disminución de las partidas dedicadas a investigación. La conclusión es muy preocupante: lo que ha costado décadas levantar, puede venirse abajo en uno o dos años, con la consiguiente desbandada de los grupos de trabajo y la fuga masiva de investigadores de gran valía, que tendrán que emigrar a otros países para poder proseguir sus carreras profesionales, eso que la Sra. Báñez, la ministra de empleo que, al parecer, nunca ha tenido ningún trabajo que no haya estado directamente relacionado con la actividad política, bautizó con displicencia con el eufemismo de “movilidad exterior”.

La investigación se descapitaliza, tanto en capital dinerario como humano, comprometiendo seriamente el futuro de la ciencia en España y con ello, también la recuperación futura de una economía basada en el conocimiento y la innovación y condenándonos a otro siglo de una economía basada en los servicios y en la producción industrial de escaso valor añadido, que irá irremisiblemente acompañada de salarios bajos, servicios públicos deficientes y pensiones de miseria. Pero eso sí, en el bar del Congreso de los Diputados los precios están subvencionados, incluidos los de las bebidas alcohólicas de alta graduación. Es discutible que tenga que haber ningún tipo de subvención para las consumiciones de sus señorías, aunque puede argumentarse en el caso del café, los bocadillos o el menú del mediodía, pero es absurdo e indignante que se subvencionen las bebidas alcohólicas y en el caso de las de alta graduación la cosa ya alcanza el grado de esperpento, empezando por el hecho de que simplemente no deberían servirse bebidas alcohólicas en el bar del parlamento. Se podría escribir una astracanada, pieza teatral de humor de trazo grueso, zafio y grosero, tan del gusto de la casposa vida cultural carpetovetónica de tiempos pasados, o quizás no tan pasados, y titularla, remedando la canción del grupo Desmadre 75: “saca el gin-tonic cheli pa los diputaos, que vamos a asistir a un pleno”.

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