En realidad al “médico enfermo” ya le dediqué la columna de la pasada semana. Quiero centrarme en esta ocasión en las singularidades y particularidades de las enfermedades que afectan a los médicos y la repercusión sobre su propio ejercicio profesional y la salud de sus pacientes. De hecho, amplios estudios sociológicos muestran como los profesionales sanitarios en general, y los médicos en especial, en muchos casos, no son buenos pacientes.
Ni buenos pacientes, ni bien atendidos. Es práctica común que los médicos consulten sus enfermedades con sus propios colegas de manera informal, de pasillo y superficialmente, dificultando la necesaria rigurosidad del acto médico. Tanto es así, que paradójicamente, los profesionales de la salud, se encuentran entre la población que recibe una peor atención sanitaria. Además, la preocupación generada por el conocimiento de las enfermedades y sus consecuencias, deriva en no pocas ocasiones en una conducta de evitación que retrasa el diagnóstico y puede empeorar las posibilidades de curación. Por ello, es recomendable, no ejercer de médico de uno mismo ni de los propios familiares. La emotividad entorpece la objetividad y deteriora la calidad de las decisiones.
Enfermedad y humanismo. La enfermedad tiene una potente capacidad humanista. El médico enfermo se vuelve más sensible, más compasivo, más cálido, más cercano…, mejor profesional. La soberbia actuación de William Hurt, en la película “El Doctor”, representando a Jack MacKee, un médico frío, altivo y distante, al que diagnostican una enfermedad grave, da una buena idea de la metamorfosis que se sufre en estas circunstancias. El cambio de roll, en su propio hospital, sin solución de continuidad, de médico prestigioso, al de paciente (con sus dudas, sus miedos, las esperas, la burocracia,…), le transforma sus principios y mejora radicalmente sus actitudes.
Enfermedades psíquicas, adictivas. Cuando se deteriora la capacidad de juicio o las habilidades técnicas, el médico debe evaluar y decidir si debe suspender o modificar su actividad profesional. En este caso el mejor consejo viene dado por algún compañero de absoluta confianza. El bien primario a proteger es el de la calidad de la asistencia. Las enfermedades psíquicas y las conductas adictivas son una fuente importante de actuaciones negligentes. El miedo, el sentimiento de culpa y la estigmatización social de la propia enfermedad le impiden buscar solución.
Enfermedades infecto contagiosas. La asistencia sanitaria está expuesta a múltiples riesgos biológicos, entre los que destacan las enfermedades infecciosas. No son pocos los profesionales de la salud que en el desarrollo de la su actividad han sido infectados de tuberculosis, o contagiados por el virus de la hepatitis B (VHB), de la hepatitis C (VHC) o de la inmunodeficiencia humana (HIV). En la misma dirección, pero en el sentido contrario, dentro de las iniciativas de seguridad del paciente, se restringe la práctica de actividades invasivas a los profesionales infectados por enfermedades contagiosas. Algunos casos recientes han alarmado la opinión pública. El más reciente, la alerta efectuada por el Departamento de salud de Tulsa, en Oklahoma, pidiendo a 7.000 pacientes del dentista Wayne Harrington, a someterse a la prueba de la detección del VIH y el VHC, al detectar en su consultorio, contaminación cruzada, utensilios oxidados y agujas contaminadas (2012). O el trágico caso del anestesista condenado por la infección centenares de pacientes en la comunidad valenciana por el VHC (desde 1998 a 1998).
La propia UE aprobó la Directiva 2010/32, para la prevención de las lesiones causadas por instrumentos cortantes y punzantes, que entró en vigor el mes pasado y pretende armonizar las políticas de seguridad asistencial de los gobiernos en el escenario de libre circulación de pacientes y de profesionales
Tanta o más complejidad genera el manejo de las enfermedades mentales y aditivas. Los límites de la salud y la enfermedad, durante años pueden no ser del todo precisos y es difícil el control de los profesionales afectos de patologías psiquiátricas, entre las que se encuentran los trastornos mentales persistentes ( “Paranoia querulans” . CIE 10. Sección F22.8 –“Other persistent delusional disorders”).
La magnitud del problema y la búsqueda de la solución menos traumática, ha hecho necesario la creación de un programa específico. El Programa de Atención al Médico Enfermo (PAIME), cuyo objetivo de detectar a los afectados y facilitar su tratamiento con un doble objetivo. Uno primario, no lesionar a los pacientes y otros dos secundarios, curarlos y reinsertarlos profesionalmente. El programa lleva 12 años funcionando con buenos resultados. La problemática es transversal a muchas profesiones. El programa se ha ampliado para atender a los miembros de la judicatura enfermos, mediante la firma de un convenio de colaboración entre el Consejo General de Colegios de Médicos (CGCOM) y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
Los médicos y los jueces sufren las mismas enfermedades y en la misma proporción que la población general. Entre las medidas de reinserción se utiliza el cambio de destino, para evitar entre otras, la repulsa social que podría impedir su real y efectiva reinserción.