Hace unos cuantos años, lei un libro que me encantó, “El libro negro del emprendedor” de Fernando Trías de Bes.
En él explicaba la diferencia entre un emprendedor y un empresario, que aunque en los últimos años se ha puesto muy de moda el término emprendedor, la diferencia entre ambos conceptos es enorme.
El emprendedor tiene buenas ideas, lleva negocios acabo, pero en termino general no termina de ejecutarlos, de hecho tiende a rodearse de un equipo de colaboradores que los ejecutarán y habitualmente son más cortoplacistas.
Tiene como fin hacer negocios, dinero y cambiar rápidamente de proyecto.
En cambio el empresario, trabaja con constancia y a largo plazo, sabe que su profesión es una carrera de obstáculos y que dejará un legado en esta vida.
El dinero siempre es importante, pero no como un fin en si, sino como resultado, fruto de sus esfuerzos y de su buen hacer.
Muchos de ellos provienen de empresa familiar, han vivido en sus casas “la empresa” y siempre supieron que no serían empleados sino empresarios, se relacionarían entre ellos, se casarían con la mujer adecuada que les acompañara en su viaje y crearían su vida casi desde la infancia en torno al mundo empresarial.
Y después hay un tercer tipo de espécimen profesional, el que es de verdad, de pura cepa, el que tiene “el gen tonto”, como lo llamo yo y que en un momento de su vida, generalmente a corta edad, decide seguir un sueño, generalmente llevado por el amor a una profesión con la que disfruta por encima de todo.
Este ser se asemeja más a un artista, pintor, escultor, escritor, que a un empresario de verdad.
Aprende el camino del empresario, no en escuelas de negocios, sino en la calle, a puro huevo, luchando y trabajando duro, no piensa en el dinero, aunque con el paso de los años, la ruina y la experiencia, le hará ver que lo necesita para poder avanzar profesionalmente, pero a diferencia del otro tipo de empresario, este persigue un sueño, un anhelo de dejar algo en esta vida más allá de su propia persona, de perdurar en el tiempo, de dejar claramente un legado, ya no para sus hijos, sino para la sociedad.
Este empresario disfruta trabajando, atendiendo a clientes, su vida es el trabajo y no trabaja para ganar dinero, sino para vivir.
Suele arruinarse por lo menos una vez en su carrera profesional, pero no le importa y vuelve a empezar, se las apaña como puede y comienza nuevamente de cero, por eso yo lo llamo el empresario del “gen TARAOOOOOO, o tonto”, del gen artista, que trabaja por amor al arte y a la vida.
Y queridos lectores, este empresario, si Ud. es uno de ellos se habrá visto reconocido, no podrá cambiar nunca, morirá empresario porque lo lleva en las venas, porque para Ud. querido lector, lo primero y lo que más alegrías le da en esta vida, es trabajar, no tener éxito, ni riqueza alguna, sino sentirse bien cada día al abrir los ojos e ir contento a trabajar.
Si Ud. querido lector tiene el gen tonto, sea bienvenido al Club de los frustrados, de los tarados, de los incomprendidos, porque en nuestro Club se encontrará tranquilo, se sentirá entendido y se dará cuenta que, gracias a Dios, todavía existe este gen.
Bienvenido querido amigo a la vocación de empresario/artista, sea un constructor, un músico, un pintor, un carpintero, ó un escritor, ha llegado a un lugar de difícil regreso y por ello le deseo buena suerte en la búsqueda de algo que difícilmente encontrará, ya que el secreto de su felicidad reside en el disfrute del propio trabajo per sé.