Hace algunas semanas los medios de comunicación, prensa, radio, televisión, se hacían eco de un vídeo colgado en youtube donde una anciana que ejerce como monitora de autobús era atacada y vilipendiada por algunos de los alumnos que acompaña cada día en el trayecto hacia su casa.
Me impactó sobremanera el rostro triste y desencajado de esa mujer, que no estaba enfadada solo profundamente decepcionada ante la falta de educación de los alumnos, no hubo respeto ni siquiera a sus canas.
Días después saltaba a los informativos la noticia de revueltas en la Ciudad de México, donde adolescentes que viajaban en metro hacia un concierto, sin razón ni motivo comenzaron a destrozar mobiliario urbano, asaltaron comercios y se enfrentaron a la policía con rabia y agresividad, lógicamente fueron detenidos, lo curioso fue la reacción de los padres que se mostraron indignados por las detenciones y elevaron sus protestas contra el exceso de castigo a sus pequeños.
En la consulta del médico dos madres de familia conversaban sobre como la educación, la cortesía y las buenas maneras se han perdido en las relaciones personales, no se referían a la ya habitual descortesía de no abrir la puerta a una persona que viene cargada, o al no ceder el asiento en el autobús a una persona anciana, sino a la agresividad cargada de malos modos con los que un alto porcentaje de jóvenes y niños maneja sus relaciones con los adultos.
Coincido en su argumentación posterior de que eso no ocurría en la juventud o la infancia de los que ahora tienen 40 o 50 años.
No puedo menos que preguntarme ¿existe algún culpable concreto o lo somos todos? En mi opinión como padres se ha caído en una dejadez de la responsabilidad paterna, ha sido sencillo dejar en manos de los profesores la educación de los hijos, cuando en realidad los docentes están para formar, no parece entenderse que las buenas maneras, la cortesía, la amabilidad, la ética, se aprenden en casa, Goethe afirmaba que “No podemos modelar a nuestros hijos según nuestros deseos, debemos estar con ellos y amarlos como Dios nos los ha entregado” , estoy de acuerdo, pero eso no significa que debamos dejarles a su libre albedrío, provocando que incluso haya padres que tengan miedo de sus hijos.
Muchos de nosotros tampoco damos un buen ejemplo, no lo hacemos cuando nos enfadamos y soltamos improperios a quien invade nuestro carril al conducir ( es increíble cómo se transforma la gente al volante), no lo hacemos cuando llegamos a un ascensor o cualquier lugar público sin desear un buen día, tampoco cuando entramos en la panadería y con un balbuceo ininteligible exigimos una barra de pan marchándonos sin dar las gracias.
Todo en las relaciones sociales parece haberse relajado, por ejemplo encontramos normal y adecuado llamar a una persona a las tres de la tarde, sin cuestionarnos si estará haciendo la siesta o comiendo, cometemos una falta de protocolo social con ese medio de masas que es la telefonía móvil al invadir cualquier espacio y momento de la vida de nuestro interlocutor.
Pero la falta de educación se manifiesta en detalles como el vestuarios, caemos en una descortesía cuando no nos vestimos adecuadamente para asistir a un evento, concierto o reunión, desde que Yves Saint Laurent subió los vaqueros a una pasarela de alta costura, nos sentimos con la libertad de asistir con ellos incluso a la ópera, para entender mi planteamiento os hago una pregunta ¿acaso los artistas que están sobre el escenario no se visten adecuadamente? ¿ sería correcto que nos deleitaran con una hermosa música vestidos con chándal?.
Imagino que la respuesta será que no, sin embargo nosotros cometemos nos sentimos en la libertad de ir a una boda casi con la ropa de playa.
Incluso nuestros políticos quienes tienen un papel de representación y cuya imagen debe ser siempre pulcra, son capaces en el caso de ellas por ejemplo, de presentarse en vestido de tirantes al Parlament o como en el caso de la nueva Delegada del Gobierno Teresa Palmer, ir con el cabello desarreglado recogido con una pinza (¿?) a la jura de su cargo; al respecto de los significados y significancias de su atuendo masculino ya hablaremos en otra ocasión.
En épocas anteriores, cada uno de nosotros tenía claro el papel que ejercía y jugaba en el tablero de la vida, hoy parece que nadie sabe a qué juega ni el papel ejerce.