El Caso Madame

Desgraciadamente, nuestros tribunales han enjuiciado demasiados casos de corrupción en los últimos cinco años, y sin embargo, todos los precedentes a día de hoy parecen un simple ensayo de lo que nos deparaba el caso Playa de Palma. Éste ya se ha erigido en la madre de todas las causas en el que no le falta ni el sexo, ni las drogas ni, ahora tampoco, el rock’n’roll.

Cuando pensábamos que la cosa ya estaba suficientemente enrevesada, se presenta la testigo protegido 31, más conocida como ‘La Madame’, para hacer públicos unos whastapps, unas anotaciones y unas grabaciones en las que presuntamente se demuestra que sus declaraciones habían estado dirigidas por el juez Manuel Penalva y por el fiscal Miguel Ángel Subirán y que el primero está suficiente ‘contaminado’ como para ser, como mínimo, apartado de la causa. De ser probado todo ello, estaríamos ante un caso gravísimo de corrupción en la judicatura, sin embargo, antes debe de llevarse a cabo un análisis técnico y pormenorizado de estos documentos para aceptar que no han sido manipulados y que por tanto son veraces.

Todo lo que rodea al ‘caso Madame’ tiene tintes bastante turbios. Para empezar, estamos ante una persona que se la ha declarado ‘testigo protegido’ en teoría para que sus declaraciones no estén condicionadas por un riesgo hacia su seguridad personal e integridad física. No podemos más que echarnos una carcajada ante ello puesto que, todos los que están en el ‘ajo’ son plenamente conocedores de su identidad, y la prueba es que ha asegurado haber sufrido agresiones. Se la ha protegido -y se ha protegido ella misma- tanto, que, quienes no teníamos ni idea de su existencia antes de que el caso Playa de Palma saltara a la portada de los medios de comunicación, sabemos la ubicación del burdel, el color de su pelo, e incluso hemos intuido por las imágenes que se trata de una chica relativamente joven -lejos de la idea estereotipada de alcahueta que hemos tenido siempre. Si a eso se le llama “protección” que Dios nos coja confesados.

Esta exposición pública a la que se ha visto sometida a pesar de estar resguardada, ha hecho que su negocio se haya venido a pique, cosa que no extraña sabiendo que los clientes de los puticlubs precisamente lo que buscan es una discreción que está claro que ella ya no les puede proporcionar. Y precisamente es este hecho el que nos lleva a reflexionar sobre el cambio de su posición como testigo en relación a la actividad de Cursach. Si, como ella misma asegura, su situación económica es alarmante, ¿Quien no nos asegura que todo lo que está haciendo en torno al caso está movido por la necesidad de obtener algún rédito que palíe su mala situación?

Ya sé que no tengo ni voz ni voto en todo esto -afortunadamente- pero os aseguro que de esta persona yo ya no me creo absolutamente nada, sea en el sentido que sea. Veremos qué postura adoptan los tribunales ante el episodio vivido esta semana, al que no nos atrevemos a calificar como el “último”. Lo que no entenderíamos es que no hubiera ninguna consecuencia para ninguno de los protagonistas de este capítulo que bien hubiera podido escribir Mario Puzo.

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