A los norteamericanos no les gusta el fútbol, allí “soccer”, porque dicen que en cada partido pasa mucho tiempo y a veces todo el partido sin que ocurra nada. Entonces ¿qué hace Robert Sarver por estos pagos?; el bobo, sin duda alguna. La cita de la jornada en Son Moix fue el más vivo ejemplo, que les da la razón. Tras un amanecer lluvioso, preludio de un mediodía engañosamente soleado, no sucedió otra cosa que un gol del Ebro, insignificante equipo de Segunda B, ante la atenta y atónita mirada de los defensas y el portero del Mallorca y un disparo de Ariday al travesaño en un pase largo del propio guardameta espectador. Dos acciones puntuales en menos de un minuto, separadas y envueltas en parte y totalidad de una hora y media para aficionados deseosos de desperdiciar la mañana de su día libre. Dejemos para consuelo de tontos el pobre empate del Villarreal B, ocho puntos por debajo, en el Municipal de Formentera.
En las afueras de Barcelona, el Atlético Baleares se despreocupó de sumar puntos inesperados para alcanzar una permanencia aun posible. Todo lo hizo su anfitrión, el Badalona. Tanto que metió hasta tres goles. Marcó incluso Rufo, desahuciado por el Mallorca y ahora en las filas del equipo catalán. El nuevo entrenador blanquiazul, igual que su equipo, impasible bajo el agua caía del cielo. La tormenta viene a ras de suelo. Mientras el presidente compra bombillas de última generación para iluminar un estadio de tercera división, su director preferido ficha futbolistas en paro que llegan sin condiciones para reforzar a sus compañeros y los que sí lo hacen no apuntalan ni lo que queda de la tribuna cubierta. No solo las estructuras tienen aluminosis y la ruina se deja ver entre grietas en defensa y herrumbre en ataque.