Dos escritores de tomo y lomo
martes 11 de agosto de 2015, 09:32h
Siendo, estos, tiempos dedicados al reposo y al cultivo del espíritu, me permitirán que les recomiende, de modo fervoroso, la lectura de uno o varios libros de dos escritores - deconocidos hoy en día por parte de la mayoría de ciudadanos- que publicaron sus obras con talento y brillantez durante la primera mitad del siglo XX. Me estoy refiriendo a Julio Camba y a Enrique Jardiel Poncela.
Don Julio nació en 1984 en Villanueva de Arosa (Pontevedra). Al cumplir sus trece años se escapó de casa y se largó, de polizón, en un barco hacia Argentina, residiendo en Buenos Aires hasta 1902 cuando es expulsado del país por prácticas anarquistas. De regreso a España empieza su colaboración como periodista en diversos diarios de la época y más tarde inicia su período de corresponsal por varios países del mundo, entre otros, Turquía, Francia, Alemania y, finalmente, Estados Unidos, estableciéndose por un largo período en Nueva York.
Me gustaría destacarles, entre una extensa obra, los libros “La casa de Lúculo o el arte de comer”, “Esto, lo otro y lo de más allá”, así como sus escritos monográficos sobre Londres, Berlín y, como no, el maravilloso “Un año en el otro mundo”, crónica excelente sobre Nueva York.
Camba fue un periodista nato. Sus artículos reflejan, siempre, una suspicacia brillante amén de unas dotes de buena observación dignas de elogio. El humor, su humor – cazado del mejor gusto británico y mezclado con pura retranca gallega- era su arma más afilada; la ironía, su modo de comunicación. Camba se expresa como los ángeles y describe situaciones humanas y paisajes con un relato desapasionado, frío y objetivo que le lleva, en ocasiones a fórmulas cercanas al surrealismo más directo y mordaz. Léan, léan y verán…
Jardiel Poncela, Don Enrique, dedicó su ingente obra a los géneros de la novela y el teatro, básicamente. Nació en Madrid en 1901 y, después de una etapa en la que colabora con diversos periódicos (cuentos y artículos breves) se instala en varios de los viejos cafés de Madrid (principalmente el Gijón, todavía superviviente) para dedicarse en cuerpo y alma a confeccionar dramas y novelas, entre las que vale la pena citar “La tournée de Dios” (extraordinario relato sobre una hipotética visita del Creador Supremo a la España más cutre y estereotipada), “Eloisa está debajo de un almendro” (la más representada), “Los ladrones somos gente honrada” o “Amor se escribe sin hache”; no sigo, aunque la lista sería ingente.
Jardiel encadena situaciones inverosímiles y lindantes con el más fino teatro del absurdo; utiliza la comicidad en el lenguaje sin caer, jamás, en el “chiste fácil”; posee un dominio absoluto de la construcción dramática dosificando, sabiamente, las sorpresas, las intrigas o el propio delirio humorístico.
Si me hacen caso, les aseguro que me lo van a agradecer eternamente. Realicen una incursión veraniega por estos dos monstruos literarios (populares y de muy fácil digestión) y querrán, en un futuro, colarse por todos sus poros leyendo más libros suyos.