El pasado 9 de enero se cumplían 1000 días desde el inicio de la guerra del Donbass. El conflicto en el este de Ucrania desapareció de los titulares hace tiempo, en parte porque el foco informativo se centró en Siria pero sobre todo porque no interesaba resaltar el fracaso del ejercito ucraniano y los batallones de voluntarios fascistas, derrotados por las milicias populares pese a contar con el apoyo de las potencias occidentales.
El 11 de febrero de 2015, mientras miles de soldados ucranianos seguían embolsados en Debaltsevo y se rendían en masa, se firmaba el segundo acuerdo de Minsk, en el que Ucrania intentaba salvar los restos de sus brigadas. Con la firma de este tratado, que jamás pensó cumplir la junta golpista de Kiev, se abría un nuevo periodo en el conflicto. Entre otros puntos la artillería pesada debía retirarse 15 km de la línea de contacto y se establecía un alto el fuego. A punto de cumplirse dos años de este acuerdo la realidad diaria que vive la población del Donbass dista mucho de la que cabría suponer atendiendo a lo acordado. La artillería ucraniana dispara día y noche contra las poblaciones. Incapacitado para las operaciones ofensivas de volumen significativo y forzado a una guerra de posiciones, el ejército ucraniano opta por castigar a la población civil con el objetivo de crear unas condiciones insoportables que fuercen a la claudicación o cuando menos dificulten el desarrollo experimentado en las repúblicas de Donetks y Lugansk. Ambas repúblicas populares a pesar de las dificultades impuestas por la guerra han conseguido construir sus estructuras estatales, garantizar los servicios básicos, mejorar la organización y formación de sus fuerzas armadas y recuperar en parte el tejido económico dañado por la guerra.
En 2016 en Donetsk, los bombardeos ucranianos han dejado 314 civiles muertos y más de 400 heridos, centenares de casas dañadas o destruidas y destrozos significativos en las centrales eléctricas y de distribución de agua potable, han sido más de 143 000 disparos de artillería, unos 400 al día. A todo lo anterior deben sumarse las víctimas y daños ocasionados en Lugansk, si bien allí los bombardeos y ataques son significativamente menores.
En la Unión Europea el silencio envuelve esta guerra en la sus gobiernos tienen demasiadas responsabilidades y que día a día deja muertos, heridos , desplazados y una larga lista de carencias para la población civil.
Alfonso Sastre Serra