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Don erre que erre

Por Javier Matesanz
miércoles 02 de octubre de 2013, 19:15h

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Intentar minimizar lo que pasó el domingo es una actitud tan cerril que sonroja. Se escoja el extremo que se escoja del habitual y penoso baile de cifras, sean 80.000 o 120.000 personas, la concentración fue del todo impresionante. Y entrar a decir que si había más gente en casa que en la calle es un argumento tan infantil como ingenuo, desesperado, que no hace falta ni contrarrestar, porque la lógica y el sentido común lo hacen de forma automática. La mayoría en las urnas también se calcula sobre los votantes, y no incluye el electorado que se quedó en casa. De hacerlo, mucho me temo que los porcentajes no serían para nada absolutos. A Aznar le salió caro, y aun así su contumacia ha creado escuela. Allá cada cual. Pero en fin, son las reglas del juego, ese que llaman democracia, y si jugamos todos deben ser las mismas para todos. De modo que nadie duda ni discute la mayoría absoluta del Partido Popular en los pasados comicios. Un resultado que legitima a esta formación a decidir, e incluso a imponer por decreto – tienen ese derecho ganado en las urnas y nosotros se lo concedimos-; pero desde luego nada de eso les garantiza tener siempre la razón. No les exime de equivocarse. E incluso sin aceptar haberse equivocado –no dudo de su convicción-, a veces no está mal escuchar el clamor popular, bajar a la calle a ver qué pasa. Porque pueden estar seguros que no eran solo votantes de izquierdas los que se manifestaban. Y desde luego no eran tantos porque la crisis tiene muy deprimida y crispada la sociedad, y por ello con muchas ganas de protestar, tal y como oí al señor Estarellas justificar la multitudinaria protesta en la emisora de radio autonómica. Los profesores pierden dinero voluntariamente cada día de huelga, algo bastante incompatible con un bolsillo deprimido, y que no suele hacerse por gusto sino por convicción. Y eran muchos los convencidos. Algo de razón tendrán. O al menos sus motivos, ya que serán ellos quienes deban lidiar con el TIL. Tanto como rectificar, consensuar también puede ser de sabios. Y si ambas partes no son capaces de entenderse, de aproximar posturas, al menos acepten mediadores tan aptos como el “conservador” rector de la UIB, Llorenç Huguet, nada sospechoso de izquierdista y máxima autoridad académica en Baleares. ¿Por qué no? A Paco Martínez Soria, por mucho menos, le llamaban Don Erre que erre. Aunque  era un cómico, y tenía gracia.    
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