Quedarse España sin mundial de fútbol fue sólo un ridículo y tal vez, un mal presagio. Menudo verano de mierda. Pero en mayúsculas. Hasta sospecho que Mariano se ha inventado las cifras sabrosonas de la bajada del paro para aliviar la canícula vital que nos toca padecer.
Enlazamos amenazas de huelgas desde los diferentes sectores que más nos fastidian en esta temporada. Y aguantamos cómo se llenan de basura el nombre de nuestra isla, nuestra industria y nuestras calles.
Mientras se derriban y caen aviones. Algunos nos rozan, pero todos nos llegan al alma. Las guerras nos rondan. Y mientras nuestras playas bañan a turistas, a mamarrachos y a emigrantes desesperados. Todos con el mismo ADN: personas.
Los pobres, ampliándose este segmento, empanan filetes y refrescan bebidas para aguantar unas vacaciones que muchos ni cobran. Los ricos en sus paraísos y ya. No puede soportarse por más tiempo. Será por eso que Podemos engrasa motores y círculos, y recibe apoyo. Mientras Sánchez teje discursos españolistas con buena pluma, y sonríe ante los exabruptos de sus enemigos, que están en sus filas. Tal vez se pueda confiar en él, tal vez pudiera llevarse a Armengol a algún paraíso, que sin ser fiscal nos libere de su noñez y su inutilidad política.
Entre tanta sinrazón, se cae el Molt Honorable. Un pilar sobre el que se construyó un país. Ahora vemos que también eso era mentira. Sólo el dinero, blanco o negro y la sangre, en vena de amor o en las del odio, mueven fichas.
Nadie investiga, denuncia ni sospecha del poderoso. Si yo no pago una multa, me embargan la nómina. A mí sí me encuentran. Será cierto que existe un paraíso. Un paraíso con acceso restringido.
Me gusta ver que los políticos últimamente sonríen poco, ya debe ser jodido gobernar en tiempo de desesperanza. Aún hay que tirar de muchas madejas para aliviarnos más y mejor.
