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Dinámicas de la partitocracia

viernes 17 de enero de 2014, 10:23h

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¿Debate o ruido? ¿Pensamiento único o pensamiento lateral? Unos pocos piensan y deciden por todos y los demás renuncian a pensar por sí mismos. La inseguridad de los seudolideres actuales conlleva una baja tolerancia a la discrepancia de los iguales. Solo el miedo, la ombligopatía y el narcisimo patológico explican la histeria con la que reaccionan ante las divergencias de los que no comulgan con los guiones oficiales. Son alérgic@s al pensamiento divergente, es decir, a buscar respuestas con un pensamiento no lineal. Aborrecen y temen la creatividad del verso suelto. Algunos líderes políticos no saben donde van  pero nunca olviden de donde vienen.  Algunos dirigentes políticos el único GPS que tienen es el de su teléfono móvil, ya que su cash cognitivo no da pa más. Es justamente ese apego al pasado lo que predetermina sus dificultades para afrontar al presente y lo que les desorienta  par construir el futuro. Están incapacitados para liderar al grupo. Pero el deficit de humildad, su nulo insight, su miedo a la invisibilidad y la adicción al poder son muy poderosos par poder aceptar que ya han alcanzado su fecha de caducidad. El  político narcisista no se cree mejor sino el mejor, por eso va de adalid de la verdad absoluta y en su intimidad piensa “yo soy especial, meo colonia, sudo Chanel número 5, cago perlas y mis mocos son caviar beluga". No sienten miedo, niegan la tristeza y tampoco se sienten vulnerables. Presumen que nadie les puede herir. Proyectan una imagen de independencia, honestidad, valor y fuerza. Ahora bien esa imagen es tan solo una fachada, y por lo tanto no tiene poder, sobre todo cuando se confronta con la prueba de algodón  que es la  realidad. Quien a imagen asciende a imagen desciende. Tienen pánico ante su más temible depredador que es la invisibilidad, de ahí su afán exhibicionista. A veces un “ajuste de cuentas” les supone  una sobredosis “mediática”, que intentan rentabilizar y como no echan mano, con mucha frecuencia  del "síndrome del complot". Su desconfianza intra grupal no es anormal ya que la pulsión cainita alcanza altas cotas en el “prójimo mas próximo” del partido. En las organizaciones siempre hay ruido que puede ser estructurado y entonces es positivo o bien no llega a integrarse en el sistema y convertirse en negativo. En las crisis grupales la clave es que cese el ruido y se convierta en información. Un grupo es fiable si tiene capacidad para defenderse de los ruidos y consigue que los daños colaterales sean mínimos. Un grupo es redundante si repite compulsivamente antiguas pautas. Lo cual no es difícil dada la escasa ratio de renovación de los dirigentes políticos. Una crisis de autoorganización lleva consigo oscilaciones en la estructura: entre le orden y el desorden, aumenta la complejidad, la amenaza de destrucción pero también la posibilidad de metamorfosis, de reorganización y de integrar la diversidad desde un proceso de apertura y cambio. La envidia opera sobre el vínculo y la red interaccional, lo ataca destructivamente. Su efecto determinante es la ruptura de vínculos. Supone una quiebra en la confianza, en la aportación y de forma simultánea un vaciamiento doloroso. En todos los grupos existen fuerzas o individuos anti-grupo que minan la cohesión y favorecen la confrontación y el conflicto. Violan las normas del grupo y establecen códigos comunicativos y conductuales  que contaminan de ruido la información. Son altamente tóxicos. Se mueven por sus intereses personales y por la gratificación inmediata de sus necesidades. Perjudican gravemente al grupo y denigran el esfuerzo que realizan los demás miembros del grupo. Si no son detectados a tiempo sabotean al grupo. Sutilmente devalúan las contribuciones de los demás integrantes. Si además logran formar alianzas con algún otro miembro del grupo paralizan la tarea y establecen el cáncer grupal: la conspiración del silencio. Establecen interacciones interpersonales negativas, desairan a otros compañeros, realizan comentarios despreciativos y si se les deja o tienen poder se “cargan al grupo”.Son muy expertos en la hostilidad indirecta pero en ocasiones: cuando se les frustra, reaccionan con gran irritabilidad, se descontrolan, personalizan y se comportan con una expresividad afectiva primitiva y caótica que resulta abrumadora y que sorprende, desconcierta y daña a los restantes miembros. Son un conflicto con patas. Por donde pasan dejan huella. ¿Qué les mueve? “Los gigantes y cabezudos del alma”: la envidia, la rivalidad, los celos y el miedo. Su sentimiento de inferioridad les atrapa. A veces en grupos con una sana y poderosa matriz grupal logran cambiar y realizan procesos de aprendizaje interpersonal que les hace madurar. Ahora bien, cuánto desgastan y cuánta energía hay que gastar con ellos. Muchas veces no queda otro remedio que la exclusión como única forma de acabar con los conflictos grupales. A veces la terapia es necesariamente la resección quirúrgica. Resultado: bajo rendimiento y productividad en la tarea grupal y progresivo debilitamiento del grupo. Su objetivo es la escisión grupal o intoxicar emocionalmente el clima grupal. Los intereses generales del grupo siempre deben de ser priorizados sobre los individuales. ¿Siguen este principio que consagra "estar al servicio de los ciudadanos", los partidos políticos actuales? ¡Ah! Y no olviden "a pesar, aún, aquí y ahora que estamos en derrota pero nunca en doma".
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