Dimisión ahora o en junio

Desde un punto de vista puramente empresarial le gestión del Mallorca habrá sido nefasta se salve o no la categoría e independientemente de ello. La sustitución de Olaizola por Sergi Barjuan no cambia la delicada clasificación del equipo y su reducido porcentaje de posibilidades de eludir una de las cuatro plazas de descenso a segunda división B o, lo que equivale a abandonar la estela del fútbol profesional, un riesgo que los dueños no previeron y que seguramente cercena el negocio que pudieran adivinar y acometer al invertir algo más de veinte millones de euros en su adquisición. No obstante las próximas semanas darán o quitarán credibilidad al proyecto más allá de la palabrería vacía que Maheta Molango utiliza cuando se refiere al futuro.

Por mucho que lo nieguen, la eventual desaparición del club es una probabilidad indescartable en el peor de los supuestos. No tanto si se produce el milagro que todos deseamos por nebuloso que se vislumbre. Pero incluso en este último caso una propiedad seria pasaría factura a los responsables de causar tan evidente descalabro. Sea cual sea el final de la competición y sus consecuencias, los dueños se verían obligados a prescindir ipso facto de los ejecutivos que han obrado tamaño estropicio y según cuál sea la decisión en frío, en ella va incluida la sinceridad de los accionistas o el reconocimiento implícito y tácito del engaño perpetrado.

Con un mínimo de dignidad, desde el presidente, aunque solo sea representativo –¡vaya papelón en la presentación del nuevo entrenador!- hasta el CEO, director deportivo, embajadores, ojeadores y demás plumaje, tendrían que haber presentado su dimisión. Si no lo han hecho, como resulta obvio, tienen que hacerlo el próximo mes de junio por el bien del club y sus ciento un años de ignorada historia. Americanos aparte.