Durante los años en que el añorado Adolfo Suárez presidió el CDS, siempre solía decir al hablar de los españoles: "Me quieren, pero no me votan".
La situación inversa se dio en el PP con José María Aznar y se da también ahora en el PSOE con Pedro Sánchez, quien con su habitual expresión más o menos inexpresiva parece pensar: "Me votan, pero no me quieren".
En cambio, al socialista Felipe González y al popular Mariano Rajoy se les quería y se les votaba, aunque también es verdad que ambos amores, que parecían casi eternos, terminaron luego como terminaron.
Si de la política nacional pasamos ahora en un salto a la autonómica, podemos constatar que los sentimientos suelen estar aquí igualmente muy a flor de piel.
Recuerden que en las dos legislaturas pasadas el PP balear no veía con demasiados buenos ojos el ménage à trois del PSIB con Més per Mallorca y Unidas Podemos, mientras que estas tres formaciones critican hoy el matrimonio de conveniencia o por poderes suscrito entre el PP y Vox.
La experiencia nos demuestra, por otra parte, que en las trastiendas de la política, como en las revistas del corazón, casi todos los amores suelen ser, ay, más o menos interesados y fugaces, lo que no evita que algunas rupturas puedan acabar resultando especialmente lacerantes y costosas para las formaciones afectadas.
Por lo demás, hay algo en lo que sí coinciden casi todos los líderes políticos de casi todo el mundo, que es en decirnos que les apasiona la política y que nos quieren mucho, sobre todo, no haría falta decirlo, justo antes de las elecciones.
Oír hablar de pasión y de amor en una época de historias normalmente bastante efímeras no parece, a priori, un mal principio, aunque seguramente nos cueste cada vez un poco más poder creer en ese tipo de declaraciones cariñosas.
«Hay una cosa que te quiero decir,/ que es importante al menos para mí./ Son dos palabras para hacerme feliz./ Oh, dímelo al oído una vez y otra vez./ Ahhh-ahhh-ahhh./ Dime que me quieres./ Ahhh-ahhh-ahhh./ Dime que me quieres.», dice la letra de la canción Dime que me quieres, que en 1980 hizo popular Tequila y que en 1997 recuperaría el grupo Los Lunes.
Una de las grandezas de esta mítica composición es que la petición «dime que me quieres» lo mismo puede valer para reflejar una historia de amor personal vivida en algún momento que para mostrar algo de exigencia antes de depositar nuestro voto en una urna.
De las dos versiones de esta canción, la de Los Lunes es desde hace ya algún tiempo mi favorita, quizás porque destila de manera serena y romántica una cierta desesperanza, una contenida desesperación y una suave melancolía.