Una de las cosas que más nos llamaban la atención de los astronautas del programa 'Apolo' era el espacio tan reducido en el que debían convivir tres personas durante varios días. También solía despertar nuestra curiosidad saber qué comían durante sus viajes a la Luna o cómo resolvían los problemas de higiene en su sentido más amplio. Esas condiciones de habitabilidad ya de por sí algo precarias llegaron a su situación límite en la fallida misión del Apolo 13, que pese a todo tuvo un final feliz.
La vida cotidiana de los astronautas mejoró ya un poco con la llegada de los transbordadores espaciales norteamericanos, sobre todo porque podían contar con más metros cuadrados disponibles. Un segundo avance en ese sentido se produjo luego con la MIR soviética, que llegó a contar, como mi casa, con varios módulos y una ducha. En la actualidad, esa cotidianidad debe de ser aún un poco mejor en la Estación Espacial Internacional, que vendría a ser el equivalente a un complejo residencial de alto «standing» en las afueras de Palma. Aun así, intuimos que no debe de ser fácil pasar varios meses enclaustrado a miles de kilómetros de la Tierra, en especial si no te acabas de llevar del todo bien con alguno de tus compañeros.
Por las razones señaladas, el día a día vital y laboral de los astronautas podría ser un buen ejemplo a seguir durante estos días en que no podemos salir de casa, aunque también es cierto que no hemos sido preparados previamente en bases de entrenamiento específicas ni reunimos —en general— sus envidiables condiciones físicas y mentales. A ello habría que añadir que nosotros, a diferencia de los astronautas, no podemos disfrutar en principio de la ingravidez espacial. Esa falta de gravedad nos vendría ahora muy bien, en especial si hemos de subir cuatro o cinco pisos a pie cargados con los diarios, los productos de la farmacia y el carrito de la compra.
Por lo demás, la vida cotidiana de los astronautas no es hoy en exceso diferente a la de la mayoría de nosotros, salvo quizás por la posibilidad que tienen de poder estar algo más cerca de las estrellas o de poder hacer de vez en cuando un pequeño y reconfortante paseo espacial.