Desahogo y desidia (II)
viernes 16 de diciembre de 2016, 19:41h
Tal como habíamos prometido, tras dedicar unas líneas al desahogo del consejero delegado del Mallorca, es el momento de no pasar por alto la desidia de unos y la ignorancia de otros, estrechamente relacionadas.
Por mucho que algunos se lo quieran creer, nuestra crítica no se hace casi permanente por envidia, insidia o desprecio. Nos anima desde siempre el compromiso con nuestros lectores de no faltar a la verdad que no faltará quien la califique de subjetiva e incluso no se la crea. Pero miren ustedes, cuando se celebra una junta general extraordinaria con el propósito ineludible de compensar pérdidas para evitar el desequilibrio patrimonial del club, a costa de reducir el valor nominal de las acciones de la SAD, cuya mayoría ostentas los accionistas americanos, proyectada a un nuevo ejercicio negativo, el de junio del 2017 y ni Robert Sarver, ni Andy Kohlberg, ni Steve Nash se dignan estar presentes y o bien delegan sus votos o, como hicieron, deciden dar validez a su asistencia mediante vídeo conferencia, estamos más que legitimados para dudar no tan solo de su mallorquinismo de pega, y aquí sólo cabe seguridad absoluta, sino de la seriedad de un proyecto que nació abortado por su propia naturaleza. A estos puede que los veinte millones que pusieron y sus hombres de confianza van dilapidando, les importen mucho, pero el club se la trae al pairo.
Si el propio presidente sin cartera, Monti Galmés, se ocupara de sus mínimas funciones de representación, se aprendería de verdad la historia en lugar de lucir grotescas habilidades ante la prensa y evitaría hacer el ridículo en un acto tan serio como el I Memorial Tomeu Serra, al que presentó como el fundador del fútbol base del club, más o menos. Un desprecio tanto a quienes le ficharon –Lorenzo Serra Ferrer lo sacó del Poblense para meterle en el Mallorca- como a quienes le precedieron en el mimo y cuidado de los chavales, con especial referencia a Joan Ferrer el comerciante de la calle San Miguel que dejó en ello su propio dinero, por no hablar de Amador Cortés, que sufragaba los equipajes o Angel Gómez Benito, “Bolao”, que los suministraba porque ni había ciudad deportiva, ni tesorería para que los niños calzaran una simples botas.
Tanto hablar de libros, documentales y películas cuando no saben de la misa la mitad ni, lamentablemente, les importa.