En el entorno del Mallorca, miembros del accionariado, empleados, amigos y conocidos, sabían que la “
guerra intestina” entre los
dos bandos no se había acabado y que las hostilidades iban a seguir fomentadas por ambas partes.
El contrato de
Alejandro Alfaro, quien aterrizó en el club en el mes de agosto, ha reavivado la
tensión en el seno del Mallorca con acusaciones por parte de un bando de que el otro podría haber cobrado
comisiones por el fichaje del jugador.
De hecho, los acusadores no han dudado en enviar a la
juez Encarnación González y a los administradores concursales el contrato de Alfaro con el objetivo de que lo analicen y determinen si como denuncian se han beneficiado con la operación perjudicando al club que se encuentra en concurso de acreedores.