En ningún momento, aún, el Mallorca ha dejado de depender de si mismo para afianzar la permanencia, tal es la desconfianza que, al parecer genera en el entorno del club y desde dentro, ya que nadie ha utilizado el argumento más contundente posible si uno cree en lo que hace.
Si, ya sé que yo mismo he defendido en esta sección que la salvación la procurarían el resto de los implicados en las posiciones de descenso, pero también he abjurado de mi propia fe. No he sido la excepción, aunque entenderá el lector que una cosa es lo que yo pueda decir desde fuera y otra que no la tengan entre las paredes de Son Moix o Son Bibiloni.
Me extraña que Maheta Molango, tan parlanchín en las redes sociales, no lo haya dicho, que Fernando Vázquez jamás haya recordado que conservar la categoría está en la mano de sus hombres, ninguno de los cuales ha esgrimido lo que pretende cualquiera que se halle en estas circunstancias: no depender de sus competidores. Que uno no crea entra dentro de lo posible, pero que no lo hagan ellos es bastante más grave.
Circulan toda clase de interpretaciones respecto a los resultados del fin de semana. Hay quien quisiera ver muerto al Huesca y no al Almería. Pero ahí están igualmente la Ponferradina y el Llagostera, agarrado al clavo ardiente que sostiene el último vagón del tren.
Mientras se despeja el revuelto, se me ocurre pensar que el descenso del Getafe, el Rayo y el Levante es una buena noticia para aquellos equipos que militen en Segunda el año que viene. La solera del Sporting o incluso y por algún instante, la del Español, hubieran oscurecido el panorama, si bien es difícil que se presente una temporada tan fácil como la presente.
