Resistir la tentación de no hablar del debate televisivo, es igual a hacer un “Sánchez”, es decir, cabeza gacha, mirar unos papeles misteriosos, escribir no se sabe qué y, sorprender, al personal hablando de Franco. Toda una exclusiva monotemática en el hombre-candidato que, sin ganar una sola elección, está en funciones desde hace meses. Sin duda hubo momentos que sacaron del tedio a los espectadores y de entre ellos, la palabreja que se le escapó a Iglesias, cuando hablaba de la “manada”, se está llevando la palma. Lo extraño fue que la moderadora, intentando insuflar adrenalina con el mantra de la igualdad, no recriminase al hombre alfa por su evidente lapsus machista. Pero, no, la moderadora sin trabajo ― nada ni nadie había a moderar ―, solamente se preocupaba de salvar a Sánchez de las preguntas “impertinentes” de Casado, en cuanto a repetir su reclamación de voto de independentista, separatistas y demás istas. No hubo respuesta, ni puede haberla. Para Sánchez todo es una cuestión de convivencia, incluso el pedazo de adoquín que sacó Ribera de un maletín al estilo Mary Poppins. Lo lamentable es que, para “convivencia” la que estaban soportando el Rey y los invitados a la entrega de los premios Princesa de Gerona, tal cual, Gerona, por parte de los hombres de paz de Torra. Se trata de “convivir” entre algaradas, insultos, amenazas, empujones, escupitajos, contendores incendiados y algún que otro ejercicio de la “libertad de expresión”. En el interior, los mil y pico de presentes en el acto, de pie aplaudiendo las palabras en catalán de la princesa; o sea, las dos caras de la “convivencia” y el “diálogo” reclamado por el hombre con más rostro del debate. Un rostro que permaneció cabizbajo, con la mirada escondida, dirigida a un atril, mientras jugueteaba con un bolígrafo. Sin duda la viva imagen del líder.
El fragor de los aplausos no tenía correspondencia alguna en el plató de la Academia. Un plató negro, gris oscuro, apagado, sin brillo ni alegría alguna. Era un remedo de un panteón, en el cual unos candidatos pretendieron durante horas que los españoles llegasen a intuir quién gastará más su dinero y en qué. En esta contienda, el comunista se llevó la palma. Gastará a mansalva, mientras hunde a toda aquella empresa que esté o no en el Ibex, tanto da. Y nacionalizará todo cuanto se le ocurra, o bien seguirá la senda bolivariana, la expropiación. Sánchez en eso es más retraído, solamente creará una vicepresidencia con la escapista Calviño al frente y otro ministerio de no se sabe muy bien qué competencias. Igual se lo adjunta a la exministra Espinosa, con su sociedad con ventajas fiscales y su régimen de incompatibilidades saltado a la torera. Este hombre, con su andar en contoneo, calificado como “paquete” por su antiguo entrenador, esconde en su esquiva mirada un cúmulo de misterios, de jugarretas, de golpes de mano, imposibles de contabilizar. Pero sí de resumir; el fin, la Moncloa, justifica todos los medios que se le pongan a su alcance. Su ambición no tiene límites. Como tampoco Iglesias; si no es ministro esta vez, se hunde en la gran depresión, arrastrando en ella a su compañera de aventura. Aunque, un peligro le fue anunciado por su “socio preferente”, cuando aludió a la promulgación de una ley sancionadora de los vítores a Franco, a su Fundación y a las ideologías de grupos o partidos totalitarios. Ahí está la cuestión, ya que, no se vislumbra cómo justificará que el comunismo no es una ideología totalitaria, de la cual Iglesias como Errejón como Echenique como Carmena, van presumiendo.
Y al otro lado quedaron los otros tres mosqueteros. Curiosos personajes, incomprensibles conductas. O pactan entre ellos un gobierno, sin tapujos, o dan el gobierno a quién les odia, el socialista que esconde la historia de su partido, porque no le conviene. Los momentos que se aproximan pueden ser de lo más kafkiano. O esos tres se ponen de acuerdo sobre los mínimos sobre los cuales gobernar, si los números dan, naturalmente, o Sánchez se echará en brazos de Iglesias y de todo cuanto voto pueda comprar, por estar a la venta. En otras palabras, o se ponen de acuerdo en echar a Sánchez ― si los suyos no le han echado por no ganar esa mayoría suficiente― o España se verá abocada a un desastre de todos los órdenes. Comandada por un hombre que está obsesionado con el márquetin político, que su saber de economía es crear una Vicepresidencia y que, en los estertores electoralistas asume la reunión de la COP25, a un mes de su fecha de celebración, ofreciendo ayuda a una activista que quiere cruzar el Atlántico con un medio que no contamine. Otro Open Arms, para tapar su incapacidad para gobernar y gestionar un país que camina hacia un absoluto desgobierno por la carencia de liderazgo político.
Y mientras tanto todo ello acontece, el paro va subiendo la escalera de los más de tres millones de desempleados, sin darse respiro. Pero..., los pilares son firmes.