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Debajo de la sotana

Por Francesca Jaume
miércoles 11 de marzo de 2015, 18:40h

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La denuncia de los presuntos abusos sexuales por parte del padre Antoni Vallespir a un ex Blauet de Lluc ha recibido críticas y aplausos casi a medidas iguales. Frente a quienes alaban la valentía del delator se encuentran aquellos detractores por la demora en que se ha producido la revelación de los supuestos hechos.

Ahora le toca al señor Vallespir padecer la pena del Telediario que tantos otros han pasado antes de que ningún juez o tribunal haya emitido un fallo condenatorio o exculpatorio. Y nos quedaremos sin saber si la reacción general hubiera sido la misma si no se hubiera tratado del cura que lideró las protestas por la construcción de Son Dureta II en la finca de Son Espases.

Durante la semana se ha producido una especie de alud de noticias sobre presuntos abusos sexuales por parte de capellans en distintas parroquias de Mallorca. Éste sin duda se ha convertido en un tema de tertulia de café puesto que son muchos los que tenían una historia por contar –en primera persona o por referencias- y ahora ha llegado el momento. No parece propio decir que se trata de una moda, porque no es cuestión que deba tratarse con frivolidad, aunque sí llama la atención que ahora a todo el mundo se le haya caído el velo.

Y si es verdad que la pederastia practicada en muchas sacristías de la Iglesia Católica fue el hecho de desencadenó la renuncia de Benedicto XVI, quizás sería conveniente que el reformista Francisco analizara el germen del problema.

En verdad nada justifica que un hombre mayor quiera aprovecharse de la inocencia de un niño dando rienda suelta a sus fantasías sexuales y menos en una persona que en cierto momento de su vida ha hecho la promesa de vida ejemplar.

Sin embargo, no olvidemos que por muy curas que sean no dejan de ser hombres, y que como tales experimentan las mismas sensaciones físicas que cualquier otro. Un cura no sólo tiene libido, también tiene unas bolsas escrotales que se llenan de un líquido que quiere salir como sea. Ir contra natura no suele traer buenos resultados.

El mundo no se terminaría con una reforma eclesiástica que permitiera el matrimonio a los curas. Ni se terminaría ni sería nada nuevo.
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