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De Rubiales a Louzán, vía Yeda

miércoles 15 de enero de 2025, 08:36h

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La capital de la provincia de La Meca acogió el partido de semifinales de la última Supercopa de España entre el Real Madrid y el RCD Mallorca.

La relación histórica, comercial, turística o cultural de Yeda con nuestro país es, que se sepa, inexistente, pero en la RFEF eso parece importar más bien poco, y menos importa aún lo que piensen los aficionados patrios de que se juegue un partido de competición oficial española en un lugar tan remoto e inaccesible para ellos.

Pero 40 millones de euros por edición son monedas de plata suficientes para comprar voluntades en un sombrío organismo que arrastra una apestosa historia plagada de sombras de corrupción, la última de las cuales ha salpicado al expresidente de la Federación Balear, Miquel Bestard, citado a declarar ante la Audiencia Nacional por presunta apropiación indebida.

Que el fútbol es un negocio que mueve masas y cifras milmillonarias, atrayendo a los personajes más estrambóticos, codiciosos y, al tiempo, carentes de la más mínima sutileza intelectual era algo conocido, aunque no por ello menos triste.

Pero, en las últimas décadas, se ha dado un salto cualitativo hacia la frontera del delito, en algunas ocasiones bordeándolo y, en otras, probablemente, pisando con convicción su movedizo territorio.

El anterior presidente de la RFEF, el zafio Luis Rubiales -el huevos de oro de los palcos-, dio sobrada muestra de su catadura y nivel, y a él debemos el invento de este trasiego invernal a la Península Arábiga para, por medio de los supuestos valores del deporte, blanquear la tiranía teocrática y medieval de Arabia Saudita, en la que se violan sistemáticamente los derechos humanos, comenzando por los de las mujeres.

El concepto que Rubiales tiene de las damas ya lo conocíamos de sobra. Con o sin condena por su pico a Jenifer Hermoso, lo cierto es que sus ademanes de gañán machista mientras compartía representación oficial en la final del Mundial femenino con la Reina Letizia ya prometían.

Y del actual y flamante presidente, Rafael Louzán, aunque desconocíamos que despreciase los derechos de las mujeres de los futbolistas del RCD Mallorca, asediadas y acosadas impunemente por una turba de machirulos locales patológicamente atraídos por la belleza, para ellos exótica, de algunas féminas occidentales, lo cierto es que no debe sorprendernos su inaceptable actitud de encubrimiento, porque llegó a su cargo pese a la condena por corrupción política -una inhabilitación de 7 años por prevaricación-, cuya firmeza pende únicamente de la decisión que acabe adoptando el Tribunal Supremo el próximo mes de febrero, que espero y deseo que suponga el fin de trayecto de este personaje por la cosa pública, a la que jamás debió ni acercarse.

Que el colegio electoral de la RFEF escogiera para dirigir sus destinos a un reo convicto de corrupción quizás solo pueda pasar en nuestro país. Pero que ni siquiera tenga la dignidad de proteger a las acompañantes de los jugadores españoles de una piara de trogloditas que viven inmersos en la moralidad del siglo XIV, no debe quedar sin respuesta de la sociedad.

Ningún equipo español -y mucho menos, femenino- debería jugar un minuto más en un país incapaz de asumir y respetar los estándares más elementales de los derechos humanos de las mujeres.

Mientras, Louzán, alabando la opípara acogida que se le dispensó y el cariño de los madridistas y culés de atrezzo que llenaban las gradas, sigue trabajando para alargar el contrato con el régimen saudí hasta 2034.

Si el Gobierno no lo impide, será corresponsable de esta ignominia.

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