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De premios y de condenas

domingo 23 de febrero de 2025, 04:00h

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Estos días se conocen los nombres de las personas e instituciones que van a recibir las máximas distinciones del Govern Balear: las medallas d’Or, los premios Ramon Llull y los Cornelius Atticus. Lo que importa es que las instituciones reconozcan los méritos de los que llevan años trabajando con entrega en sus respectivos trabajos, profesiones y disciplinas para mejorar la vida de los que vivimos en este archipiélago. Cuando se premia, se reconoce al premiado que se lo ha ganado y también, se reconoce a quien le concede la distinción. Desde las coronas de laureles y de olivos, hasta las medallas y diplomas, la humanidad siempre ha querido que se conozca a los que lo hacen bien. A veces, solo si sus actos eran para ensalzar a quien le concedían las distinciones, es decir, al poderoso. Premios por hacer el bien, hacerlo bien e incluso hacerlo mal y mentir. La historia universal está llena de actos de reconocimiento a personas, instituciones, naciones y ciudades que nunca deberían haber sido distinguidas. Pero la vida es así, y hoy en día se valoran más las mentiras que los actos honorables.

Repaso la prensa y me asombro de lo que distintos pensadores y manipuladores dicen sobre personas e instituciones a las que quieren destruir. No importa si lo que han hecho estaba bien, era lógico o era lo mejor que se podía hacer. Si los actos no responden al modelo del crítico, el afectado será destrozado social y jurídicamente. El odio es lo que se impone al reconocimiento hasta el punto que, el que odia, es recompensado por sus dictadores por haber destrozado, con mentiras y falsedades, al enemigo político. Incluso, lo vemos en la justicia. Justicia de la cual el que fuera alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, decía que era un cachondeo. Le metieron 6 años en la cárcel por decir que jueces, fiscales e incluso abogados estaban conchabados y se ponían la ley por montera. Hoy, los partidos políticos han aprendido a mentir sobre los premios y las condenas. Se intercambian a jueces, como el caso del Tribunal Constitucional, que anulará las sentencias del resto de magistrados cuando sean condenatorias para los afiliados, antes del PP, de Convergència i Unió y ahora del PSOE, de HB, BILDU y JUNTS. Amañados están los concursos y los premios que unos dan y otros reciben, cuando son de la misma cuerda. Condenas por no estar enganchados al banderín, y ostracismo por no ser de los suyos.

La cultura popular española ha marcado siempre los límites del beso. Recuerden la letra de las canciones “Por un beso que di en el puerto” y “La española cuando besa”. O la leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer “El beso”, en la cual ese beso es la causa de la muerte de un militar. La erótica del poder se basa en que él o ella admiran a su jefe/a. Se entregan en cuerpo y alma a la causa del poderoso y, como la Lewinsky, complace al candidato, (la peli de Robert Reford). Los picha bravas, que son el objetivo de la justicia, existen por desgracia desde el inicio de los tiempos. Hoy, todavía no hemos enseñado a los hombres la educación sexual necesaria para que no cometan esos actos deleznables. Y deberíamos enseñar a las mujeres que su libertad sexual empieza por el respeto a sí misma. Como dice un joven en TikTok, no quiere tener una novia que se acuesta con todos los que le apetecen. La libertad no es el libertinaje. El desenfreno en la vida sexual siempre tiene un precio. Pero nunca un premio.

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