De Balbín a Vázquez
lunes 22 de septiembre de 2014, 12:08h
Cuando se creía que España podía acabar siendo un país serio, los más sesudos debates políticos se mantenían en el memorable y añorado programa La Clave, dirigido por el espléndido y pausado José Luis Balbín.
Recuerdo de mi niñez la austeridad de la puesta en escena, el humo de los cigarrillos y el tono moderado a la hora de debatir lo que fuera. No me pregunten por los detalles, porque mi memoria no da para tanto. Pero en mi casa, como en otras muchas, el debate se seguía en silencio y con atención.
La participación en dicho programa situaba al interviniente en un púlpito seguido por millones de espectadores ávidos de escuchar a gente que tuviera algo que decir.
Odio la nostalgia del pasado, pero en este aspecto no nos queda otra.
La última astracanada a la que asistimos atónitos es a la entrada en directo, vía telefónica, del nuevo Secretario General del PSOE Pedro Sánchez en el programa Sálvame para tratar de convencer al omnipresente y frivolón Jorge Javier Vázquez de que no retirara su apoyo al PSOE por el asunto del Toro de la Vega de Tordesillas.
Y olé.
Convendrán conmigo que entre La Clave y Sálvame media un abismo, como media otro abismo entre Balbín y Vázquez. Ni el formato ni el tono ni nada se parecen.
La cuestión es ¿debe un dirigente político que pretende ser presidente del Gobierno aparecer en tales programas, junto a Rosa Benito, Kiko Matamoros o Carmele Marchante, por citar alguno de los Premios Nobel que disertan en Sálvame?
Y la respuesta no es sencilla. Personalmente creo que depende del motivo por el que uno aparece en ellos.
Aparecer de forma desenfadada demostrando cercanía en programas de este tipo no es malo si se pretende hacer un guiño a la millonaria audiencia, transmitir una imagen de proximidad o incluso parecer simpático aunque uno no lo sea. Obama aparece en programas distendidos nocturnos y nadie duda de su carisma ni de su autoridad.
El problema es que en mi opinión Pedro Sánchez aparece en estos programas porque su ascenso a la Secretaría General del PSOE ha pasado desapercibida, ha dejado fría a la militancia y a sus simpatizantes, y ahora no es que pretenda hacer un guiño hacia la política cercana y distendida, sino que necesita desesperadamente que la gente le preste atención.
Así como sí se produjo un efímero “Efecto Borrell” y un más duradero “Efecto Zapatero”, ni el más optimista de los socialistas podrá convencerme de que ha existido, ni lo más mínimo, un “Efecto Sánchez”.
Es guapo, tiene buena planta, está comprometido con una cierta renovación de los cuadros de su partido y no se expresa mal.
Pero el carisma y el liderazgo son algo más que la suma de esas cualidades mencionadas. Y de carisma y liderazgo Pedro Sánchez anda algo escaso.
En mi opinión su ascenso a la Secretaría General viene con el regalo envenenado del apoyo de la federación socialista andaluza y de la inefable Susana Díaz.
Regalo envenenado porque en el apoyo está la trampa. Cuando Sánchez salga vapuleado de las elecciones generales de 2015 después de que Susana Díaz gane las autonómicas que se celebrarán algunos meses antes, la federación andaluza fulminará a Sánchez a favor de Díaz.
La debilidad de Sánchez y su falta de carisma creo que son las causas de su repentina aparición en programas de este tipo, lo que lo convierte no en una anécdota sino en el síntoma de algo mucho más grave.
A mi no me asusta ver a Revilla zampando anchoas y espárragos junto a Bertín Osborne en el programa La Noria hace unos meses. Sé que Revilla es alguien querido en su tierra pero sus opciones de gobernar España son cero bajo cero.
Pero sí me preocupa comprobar que quien aspira a gobernar España sea incapaz de hacer notar su presencia, de marcar la agenda política, de liderar el debate desde la oposición, y deba recurrir a compartir minutos con Belén Esteban o con Mila Ximénez en un programa de televisión que será muy entretenido y muy respetable (hay gustos para todo) pero que está muy alejado del espacio natural de trabajo del líder de la oposición, ya veremos por cuánto tiempo.
Mientras tanto, PODEMOS se hace con el control de los movimientos sociales, aglutina a los descontentos, merma a PSOE e IU y avanza con fuerza para situarse como tercera fuerza política del Estado en número de votos, haciendo propuestas en muchos casos inviables o utópicas. Pero las hacen. Trabajan para ganarse el sitio y el apoyo de la gente.
Mientras tanto, Sánchez espera que le llamen de Tómbola, sin saber que ese programa ya no se emite desde hace años.
No me da ningún miedo el ascenso de PODEMOS. No me convence su sistema asambleario porque nunca he creído en esa manera de articular el funcionamiento de nada. Pero ellos sabrán. Les funciona y no deben explicaciones a nadie.
Pero lo que sí me da miedo es que los partidos de la izquierda están descolocados, tratando de ganarse el favor de esta nueva fuerza emergente, tratando de parecerse a ellos. Los líderes de estos partidos están desaparecidos en combate. Su opinión ya no es de interés. No tienen nada nuevo que decir.
Mientras Pablo Iglesias y su grupo de jóvenes batidores universitarios y urbanos dan el callo en debates y en sus agrupaciones, Sánchez llama a Vázquez en directo implorándole que apoye al PSOE porque algo harán, no se sabe qué, con el toro de la Vega, como si la polémica de ese toro muerto a lanzazos (que me parece una salvajada) fuera un problema que nos preocupara de verdad.
Más le valdría olvidarse del toro de marras y de Sálvame y preocuparse más por hacerse con las riendas del liderazgo de la oposición, por hacer propuestas potentes en materia de paro, economía, medio ambiente, política exterior, modelo de Estado, reforma constitucional…
Seguramente eso no será tan divertido como departir con Belén esteban o Kiko Hernández pero sin duda es lo que de él esperamos los ciudadanos.
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Últimos comentarios de los lectores (1)
27143 | Eugenito - 23/09/2014 @ 10:09:56 (GMT+1)
¿Y qué va a hacer?
¿Prometer 200.000 puestos de trabajo?
Eso ya lo han hecho otros y aunque prometiese dos millones, ya nadie les creerá.
La chulería y la prepotencia (incluso a nivel municipal) que gastan los políticos, no puede olvidarse cuando toca votar.
¿Y qué más da lo que votemos?
Ya sabemos que las cosas malas son culpa del pueblo "y de la herencia recibida" y las cosas buenas son mérito de los gobernantes.