Miles de familias se hallan enfrascadas este miércoles en los preparativos para la vuelta al colegio de unos niños y jóvenes que afrontan el que probablemente es el curso más extraño y con más dudas de la historia. El curso escolar 2020-2021 arranca este jueves en Baleares con medidas excepcionales por la pandemia del coronavirus. A la obligatoriedad de la mascarilla en clase a partir de Primero de Primaria y las numerosas medidas y controles de prevención, se suman la amenaza de huelga de los profesores prevista para el próximo lunes 14 de septiembre y las circunstancias excepcionales que llevarán muchas clases a ser impartidas en parques, plazas o polideportivos.
El nivel de incertidumbre es alto, existiendo un convecimiento generalizado de que, en muchos casos, algunos alumnos serán devueltos a sus casas para seguir las clases de manera telemática tras la existencia de contagios. De hecho, el propio director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad (CCAE), Fernando Simón, prevé brotes y augura que el impacto de la apertura de las escuelas en la transmisión del virus no tardará en dejarse notar: a lo sumo "a finales de la próxima semana o a principios de la siguiente".
Que empiecen las clases es, sin embargo, un signo de normalidad que las familias necesitan, aunque el sistema haya establecido una incorporación progresiva por niveles, la posibilidad de que los centros educativos -a partir de Segundo de ESO- puedan optar por sistemas de enseñanza semipresencial o presencial, y múltiples medidas de control para garantizar al máximo la seguridad de alumnos y docentes frente al Covid 19.
Estos últimos asumen a partir de mañana buena parte -si no, la fundamental- de la evolución del curso que ahora empieza. Cabe atender sus planteamientos en cuanto a ratios y nuevas competencias, de la misma manera que cabe esperar de ellos un desempeño ejemplar en el que las prioridades sean la seguridad sanitaria y la calidad docente, sin subterfugios ni planteamientos corporativistas que no ayudan a nadie.
Nada será normal en el retorno a unas clases que llevan vacías desde mediados de marzo. La situación representa un avance y, aunque la preocupación no pueda evitarse, conviene que todos los implicados -desde las familias, a los docentes, pasando por los niños y los responsables políticos- contribuyan en este paso hacia la normalidad.