Ya bien entrados en el curso, el minado (un saludo, José Luis) del sistema democrático retoma velocidad de crucero: son tantos los escándalos que nos tenemos que limitar a unas cuantas instantáneas y una panorámica.
“El terrorismo se ejerció para algo, y ahora estamos en ese algo”, tuitea Fernando Savater a raíz de las pseudodisculpas de Otegui. Efectivamente, van ganando y ya ni les hace falta el terrorismo. Basta un poco de violencia de baja intensidad de vez en cuando, como en las universidades para acallar a los pocos estudiantes constitucionalistas que se atreven a rechistar. Tienen el poder autonómico y nacional, y todo progresa adecuadamente para perpetuarse en él.
Escribía el lunes Álvaro Delgado acerca del documental “Bajo el silencio”, que pudimos ver gracias a Sociedad Civil Balear, presentado por el mismo director, Iñaki Arteta; y escribía Delgado que llama la atención la “pavorosa simpleza argumental” de quienes justifican el terrorismo: “Resulta imposible sacarles de cuatro manidas justificaciones: el franquismo y la Guerra Civil, la represión, las torturas y la persecución del euskera. Lo repiten todos como una cacatúa de feria”.
Argumentos simples, pero eficaces cuando se acompañan de la suficiente propaganda ambiental y de unos receptores igualmente simples. Porque es cierto que la violencia puede estar justificada en ciertos casos. Pensemos en la legítima defensa, o en los argumentos morales del padre Juan de Mariana a favor del tiranicidio. El problema es que estos argumentos de los proetarras se basan en hechos falsos, exagerados, tergiversados, o que carecen del peso suficiente para justificar sus crímenes.
Igualmente simples y falsos son los argumentos a favor del socialismo, que también defendía ETA. Pero igualmente eficaces cuando se logran implantar en las mentes de una mayoría de la población los hechos ¡da igual si son inventados! que los justifican. Por eso el PSOE puede cantar puño en alto en su congreso la Internacional, el himno de la ideología criminal que ha causado más de cien millones de muertes, y muchos más millones de esclavos.
Por eso la Ley Celaá (aaah) tiende a infantilizar ¡aún más! a los estudiantes (si aún se les puede llamar así) abandonando el esfuerzo y la exigencia, a la vez que incrementa el adoctrinamiento, introduciendo en sus cabecitas las consignas que conviene al poder. Incluyendo la “memoria democrática”, que nos presenta al Frente Popular como defensor de la democracia, cuando, como nos recordaba la semana pasada Francisco José Contreras en una brillante intervención en el Congreso, el PSOE de entonces confesaba abiertamente que no luchaba por la democracia, sino por el socialismo.
El PSOE de ahora, aunque teóricamente abandonó el marxismo, vemos que sigue cantando puño en alto. Pero no tiene la valentía de sincerarse, sino que nos dice que defiende la socialdemocracia. Mas la verdad sale a la luz cuando consideramos las palabras de la vicepresidenta Yolanda Díaz: “comunismo es democracia”. ¡Claro, acabáramos! Si comunismo es democracia, cuando Sánchez dice defender la socialdemocracia, se está refiriendo al socialcomunismo. Así, sí se entiende.
Así sí cobra sentido toda su ardua labor de zapa de cada pilar de la sociedad liberal. Vemos por ejemplo que las asociaciones de los Cuerpos Superiores de Abogados del Estado, Diplomáticos, Inspectores de Hacienda, Interventores y Auditores, y Técnicos Comerciales y Economistas rechazan la reforma “radical” de las oposiciones. El Gobierno pretende reducir los requisitos memorísticos, destacando en su lugar “aptitudes y actitudes”. Actitud obediente frente al Gobierno, un suponer. Dicen que quieren “democratizar” estos cuerpos de élite, y si por democratizar entendemos socialcomunistizar, entonces sí se comprende: se trata de enchufar a los suyos, porque un buen funcionario debe obedecer a la gente, o sea, al Gobierno.
Esto se extiende, por supuesto, a los jueces, que también van a “democratizar”, y si no ahí estará Casado (Kasado) para algún cambio de cromos, no sea que el Constitucional siga interpretando correctamente la Constitución.
Para concluir, vamos a democratizar también a las prostitutas. Que las mujeres deciden sobre sus cuerpos, pero sólo para el aborto (o sea, deciden sobre los cuerpos de sus hijos). Pero las saunas no me las toquéis, que ya lo dice ZP: “ser socialista es tener poco, y dar mucho”. Tener poco, apenas una mina de oro o unas saunas, y dar mucho: ¡Arriba, enchufados de la Tierra!