El turismo ha sido, desde los años 70 del siglo pasado, el pilar fundamental de la economía mallorquina y de toda Baleares. Sin embargo, recientes movimientos y declaraciones ponen en evidencia un creciente clima de hostilidad hacia los visitantes, una situación que podría tener consecuencias desastrosas para la imagen de Mallorca y, por ende, para su economía.
La denuncia de la Asociación de Empresas de Distribución de Alimentos, Bebidas y Limpieza (ADED) sobre las movilizaciones destinadas a "tensionar, incomodar y agredir a los turistas" es consistente y está plenamente justificada. A ella se suma ahora la acusación que Vox hace a la izquierda política de fomentar un clima de rechazo a los turistas.
Es fundamental entender que, aunque el turismo acarrea problemas que es preciso abordar con rigor y responsabilidad, como la masificación, el impacto ambiental, la gentrificación y la escalada de precios de la vivienda, la solución no puede pasar en ningún caso por la intimidación de aquellos que visitan nuestra isla. El daño a la imagen de Mallorca como un destino hospitalario, acogedor y seguro puede ser irreversible.
La percepción negativa se difunde con rapidez en la era digital, y un descenso en la llegada de turistas no solo afectaría a la industria hotelera, sino a toda una cadena de pequeños y medianos negocios que dependen de esta industria para sobrevivir. Aunque empieza a haber consistentes indicios de que esto es lo que se pretende realmente desde plataformas abiertamente contrarias al turismo, que defienden el decrecimiento y la reducción en el número de visitantes.
Este debate sobre la masificación turística cobra fuerza cada vez que la derecha gobierna, y parece diluirse cuando es la izquierda la que está en el poder
Es curioso, además, cómo este debate sobre la masificación turística cobra fuerza cada vez que la derecha gobierna, y parece diluirse cuando es la izquierda la que está en el poder. Esta estrategia, que busca tensionar el ambiente político a costa del turismo, no es nueva. Ya se ha visto en el pasado, y los resultados han sido siempre perjudiciales para la sociedad balear en su conjunto.
Reclamar medidas para mitigar los desequilibrios que puede generar el turismo es legítimo y necesario. No obstante, el enfoque debe ser constructivo, promoviendo un turismo sostenible que beneficie a todos. Jugar con fuego, incitando al rechazo y la intimidación, solo conducirá a una crisis de la que todos saldremos perjudicados. Es hora de que las fuerzas políticas y sociales se unan en la búsqueda de soluciones reales, que protejan tanto a la población residente como a la industria que sostiene gran parte de nuestra economía.
Y además, es exigible a las fuerzas políticas de izquierdas y también a los agentes sociales y organización de la sociedad civil, una condena nítida y sin paliativos de toda conducta turismofóbica, insultante y hostil contra quienes nos visitan; algo que se echa en falta y que demuestra cierta complicidad que blanquea y da alas a quienes así se comportan.