Hoy en día, ya nadie duda que nos encontramos inmersos en una “revolución digital”, donde la palabra industrial ha quedado relegada a un segundo plano, debido al hecho que la digitalización está impregnando todas las áreas y sectores de nuestra sociedad.
Y el turismo, como principal industria europea, española y balear, no es una excepción a este hecho, sino todo lo contrario. La digitalización ha afectado al sector turístico con más fuerza y en mayor profundidad que a otras industrias, y ello debido a varios hechos, pero el principal reside en la exigencia del propio cliente. El turista se ha posicionado, en la actualidad, como el cliente más exigente al que se enfrenta cualquier industria. Por una parte, el acceso a la información de los destinos, de sus hoteles y oferta complementaria se encuentra al alcance de cualquier persona con un detalle cada vez mayor, a la vez que se ha convertido en un enorme negocio para plataformas e intermediarios, que gestionan, ofrecen y negocian directamente con los usuarios. Por otra parte, nos encontramos ante un cliente a golpe de click, cuyo ratio de espera ante la respuesta de la pantalla no supera los 5 segundos. Y, por último, el auge de los dispositivos móviles se ha convertido en la principal herramienta de búsqueda, compra, consumo e intercambio de información para los turistas durante todo su itinerario.
Y ante este panorama los destinos y la industria turística trabajan incansablemente para seguir siendo competitivos, sostenibles y resilientes. Las Islas Baleares han sido consideradas desde siempre como la cuna del turismo, y los desarrollos turísticos, así como el nacimiento de grandes empresas referentes del sector, juntamente con un ecosistema fuerte, así lo atestiguan. Pero un hecho que es fundamental, y al que no siempre se le ha dado la relevancia que se merece, es el gran conocimiento turístico que se ha generado y acumulado durante todas esas décadas. Un conocimiento turístico que, a pesar de carecer de herramientas tecnológicas, ha posibilitado el desarrollo de una industria que ha generado riqueza y calidad de vida y que ha logrado convertir a Baleares en un referente mundial. Hoy en día, ante nuevos retos en el marco de un sistema globalizado, la tecnología se posiciona como una herramienta fundamental para poder mantener esa posición de liderazgo, permitiendo poder llevar a cabo con éxito iniciativas ligadas a la sostenibilidad, circularidad y calidad de vida del residente.
Y para lograrlo, Baleares debe empezar a trabajar en los nuevos conceptos e iniciativas relacionadas con los datos. Desde hace ya varios años los datos no son ajenos al sector turístico, donde han sido utilizados para analizar la cantidad de turistas que llegaban la destino, su procedencia, su gasto medio, etc. Datos que son fundamentales para conocer determinados impactos del turismo, pero no suficientes para tomar mejores decisiones o desarrollar nuevos modelos de negocio. Las grandes plataformas han demostrado el poder de los datos para personalizar servicios, ofrecer productos adaptados a cada necesidad y generar necesidades en base a análisis de comportamiento. Por otra parte, también hemos vivido cómo actualmente son grandes plataformas las que gestionan prácticamente toda la oferta turística, sin poseer ningún establecimiento, pero gestionando grandes cantidades de datos.
En este ámbito es donde nace el concepto de espacio de datos, y concretamente, el espacio europeo de datos de turismo. Bajo una clara normativa europea, con una gobernanza en la que todos los actores de la cadena de valor del sector turístico pueden participar y con unos requisitos técnicos de interoperabilidad que aseguran una compartición de datos tanto dentro del propio sector turístico como con otros sectores necesarios para poder desarrollar un nuevo valor añadido como pueden ser el de la movilidad, patrimonio cultural, medio ambiente, habilidades y talento, ciudades inteligente, etc., y todo ello, implementado en entornos seguros y de confianza.
Los espacios de datos nacen al albor de la Estrategia Europea de Datos como una respuesta de dotar a Europa de las herramientas y el apoyo necesario para que la industria europea se beneficie del nuevo valor que se genera en el marco de la compartición de datos. Los datos en sí mismos, no tienen valor, el valor lo adquieren cuando son analizados, y ese valor se multiplica exponencialmente cuando son compartidos con datos que proceden de fuentes heterogéneas. Con los espacios de datos, se da un paso más al ya conocido BigData, a los data lakes o a las plataformas, donde el objetivo principal era visualizar y analizar datos. La diferencia con los espacios de datos reside en la generación de un nuevo valor. Los espacios de datos suponen una compartición voluntaria de datos donde entidades públicas y privadas pueden compartir sus datos con diferentes objetivos, como pueden ser la generación de eficiencias y reducción de costes, la generación de nuevos productos o servicios o el desarrollo de nuevos modelos de negocio. Como todo lo nuevo, la complejidad de los espacios de datos hace que su adopción sea lenta pero constante, con ejemplos que podemos ver en nuestra vecina Francia con el caso de EONA-X (espacio de datos de movilidad, transporte y turismo). Baleares tiene por delante una gran oportunidad para posicionarse en este ámbito, contando además con ayudas a nivel nacional y con un ecosistema de datos fuerte que se va consolidando y posicionando.
Conocimiento turístico y espacios de datos se configuran, por lo tanto, como el binomio perfecto del liderazgo turístico balear.
Dolores Ordóñez, VP de Asuntos Europeos de Turistec